domingo, 8 de enero de 2017

Escribir a diario

La tercera sesión del taller de ZOES la dedicamos a los diarios, esos lugares resguardados con llave, o sin ella, a los que confiamos nuestros secretos, nuestras desgracias, nuestros sentires.
¿Quién no ha dejado parte de su vida en un diario?
Tomamos como referencia dos libros espléndidos, ambos con forma de diario; uno duro, real como la vida y la muerte, descarnado, Diario de una enfermera, de Isla Correyero. El otro sólido, como el hormigón, lleno de vida, de rutina, de entrega, de oficio, de resignación, una vía de escape para dejar a un lado el mosaico de ladrillos y respirar mirando el horizonte, Diario de un albañil, de Santos Jiménez
Dejamos aquí varios ejemplos de ambos:

Diario de una enfermera



28 de septiembre de 1993

Inclino la cabeza para que nadie sepa que ya no soy
humana.
Debemos pasar inadvertidos.
Todos los enfermeros
provenimos de una raza
de autómatas.
Afuera, llueve sobre la Clínica.
Un polvo pegajoso, negro
y denso, cubre los coches
y los impermeables.
Dentro, cada gramo de antibiótico es aplicado con
indiferencia.
Un buscador de oro recorre
la zona de los mortuorios.
Los científicos vacían a los animales.
Ya no conozco a nadie que pueda ser humano.
¡Hay tanta muerte y tanto
olor a muerte!
Esta mañana han enterrado
a un mono y a un hombre…
Aquí sólo existe la lluvia negra de la muerte en los pasillos.


La ambulancia
15 de abril de 1994

Me han elegido para entrar en la muerte de una niña.
La ambulancia transcurre por la carretera con su memoria de meteorito. De Madrid a Gerona nos ganará la noche.
Yo controlo los brazos de la enferma desnuda y reviso el pliegue cabalístico y frágil de su garganta afónica.
El suero cae buscando la vena azul de su radiografía.
Brilla el oxígeno sobre mis guantes blancos y dibuja inscripciones en mi nariz poética.
El misterioso conductor nos mira desde el poniente imán de su espejo difuso.
Los cohes que cruzamos van vivos de miradas poderosas.
Se agradece la marcha vigilante que, de pronto, sobre el cristal central,
la nieve nos choca como un sueño.
Yo comienzo a temblar porque mi enferma me ha hecho una caricia sobrehumana.
Sus ojos de dolor de cuatro años están terriblemente abiertos y distintos.
Tengo su mano agonizante y fría sobre mi muslo tenso y absoluto.
Me pide a su mamá, su voz de agua: agua, agua.
Dieta absoluta son ya las lejanas órdenes del médico.
Agua y amor me pide la que muere.
De una bolsa de suero glucosado le doy a la privada criatura un sorbo,
un sorbo lento.
Traga,
traga,
mi amor,
mi amor,
mientras me acuesto a su lado
besándonos, me muere.
La ambulancia prosigue su camino hacia un lugar que no existe en el mundo.
La madre esperará cien noches, aterrada,
en la terraza.


Diario de un albañil (cuarta de cubierta)



Las horas
Catorce de enero

Amo algunas horas del día:
Las siete de la tarde,
la una cuarenta y cinco,
las doce menos veinte...
Amo el sábado entero
sin dejar de molestarle
ni un solo segundo
Con mi amor de adolescente;
las once de la mañana del domingo,
la una en punto de la madrugada.
Amo las horas mullidas de nieve
cuando la campana blanca
suena a odre repleto.
Las ocho y dieciséis
Escuchando a Morente,
las diez y veintiuno
sobrecogido de evidencia
ante don Antonio Machado.
Las once y nueve,
las nueves menos cuarto.
Amo las doce adormecido
en sus alas redondas y flotando
bajo un cielo de hielo.


Nombré con su nombre a la belleza
cuatro de enero
                                                                                     
¿Estaréis manchados desde el nacimiento
con el estigma del olvido,
polvorientos versos de obra,
de pie de obra y de mano,
de mano de obra barata?
¿Seréis capaces de llevar
escondida entre el yeso y los escombros
una brizna de belleza, sólo una
pura y  pálida candela?
¿Saldréis algún día de los restos
de papeles de estraza y luciréis
en papeles de china y verjurados?
¿O estaréis desde vuestro nacimiento
secos como arroyos extremeños?
Versos de pie de obra y amasados.


Tarea de escritura

La tarea propuesta consistió en escribir las anotaciones semanales de un diario. Pero poniéndose en la piel de un enterrador, de un asesino, de un astronauta, de un capitán de submarino, de un náufrago, de un loco, de un maltratador, de una mujer maltratada, de un refugiado, de un traficante de armas, de un jubilado, de un estafador, de una prostituta, de un traficante de niños...


Y estos son algunos de los trabajos enviados por los participantes en el taller:


Diario
28 de septiembre de 1966, domingo:
Hoy hace justo una semana que nos transladamos a este pueblo, yo y mi familia; Somos siete hermanos, soy la 4ª.Tengo ocho años en noviembre hago nueve.Me llamo´María,aunque me llaman Mari, soy justo la del medio.
Mis hermanos mayores no han venido porque están estudiando en colegios internos y de mis otros tres hermanos dos son muy pequeños; pero tengo al que va tras de mí; tiene siete años y es con el que juego, es muy simpático y ocurrente y no tiene ningún problema para relacionarse con la gente .
En está semana que llevamos, ya todos los del pueblo son amigos suyos.El va a la escuela de los chicos y yo a la de las chicas, que están en la plaza del pueblo .
Yo aún no he hecho ninguna amiga, soy un poco tímida y suelo estar metida en mi mundo (como dice mi madre fantaseando) Solo me saca de él mi hermano porque tiene ese poder de persuasión ¡nos arrastra nos entusiasma¡ a cada momento está inventado juegos y creando historias y las vive tan apasionadamente que es imposible no seguirle;

El lunes 21 de septiembre,(mi primer día de clase):

Mi madre, me acompañó a la escuela, iba muy contenta, agarrada de su mano, porque pocas veces se ocupa de mí, siempre está muy atareada con la casa y los pequeños
La maestra se llama Doña Isabel, me sonrió.Y habló con mi madre. Las niñas miraban por los cristales, cuando terminó la conversación, me dijo:¡vamos! Parece que la he caído bien. La escuela es nueva, recien estrenada. Me enseñó (Lo primero ) el cuarto de la caldera porque estaba muy contenta de que hubieran puesto calefacción, y después me mandó sentarme. Los pupitres son individuales y huelen a madera.¡me ha gustado la escuela, tan bonita ,tan nueva !pero pronto me he dado cuenta que las niñas que están en ella no van acorde con lo nuevo . Tienen ideas viejas.
Cuando hemos salido al recreo, las niñas rápidamente formaron un corro hablaban y me miraban, yo me acerque a ellas y como si ya lo hubieran pensado, al unísono me dieron la espalda. Me retiré y me apoyé en la pared, ellas me miraban y cuchicheaban. Me sentía muy avergonzada, deseando que saliera mi hermano al recreo, pero los chicos no salieron; (me he enterado que pocas veces coincidimos) Tampoco le vi al salir de la escuela,y me fui a casa, por la calle larga, triste y cabizbaja. Mi madre, estaba muy afanada con la comida y los pequeños y no me preguntó ni yo la conté nada porqué no quiero agobiarla.

El 22 de septiembre, martes: 

Fuí a la escuela un poco angustiada, pero a la vez esperanzada, de que tal vez sería mejor día, y me hablasen. Cuando llegué Doña Isabel, nos indico que nos pusiéramos en fila para entrar,en ese momento las sentí mas cercanas, pero solo ha sido por la proximidad física ninguna me ha hablado.
Llegó la hora del recreo y las chicas hicieron lo mismo, se arremolinaron, me miraban y hablaban yo esta vez no me acerqué y nada más salir me apoyé en la pared,esperando y deseando que los chicos salieran al recreo ¡pero tampoco salieron!
Por la tarde, como no tenemos clase, me fui con mi hermano a inspeccionar el pueblo. Detrás del corralón de la casa hay una era muy grande y muy verde por la que pasa un riachuelo y enfrente de la casa, tenemos una huerta ¡aquí si que hay cosas fantásticas!( Fué un antiguo jardín de unos condes, que mis abuelos compraron, junto con algunas tierras del pueblo, por este motivo hemos venido ) También están aquí familiares de mi padre, primos, que tienen muchos hijos, pero los mayores ahora tampoco están porque estudian fuera.Sí dos primas, de mi edad. Loli y Marisa, pero ellas no van a la escuela, tienen en casa a una profesora particular que es francesa, y apenas salen por el pueblo, viven en una casa muy grande, un antiguo palacete. La casa de mis padres, no es tan grade ni tan bonita, está situada entre estas y la de los obreros ! en medio! como yo, ni rica ni pobre, ni grande ni chica, como el lugar que ocupo en la familia y en este pueblo . Siento que no pertenezco a ninguna clase.

El 23 de septiembre, miércoles:
 

La maestra nos ha dado un catecismo nuevo a cada una de la clase, pues tocaba religión .Yo abrí el libro y me impresionó un dibujo, muy extraño ¡ un ojo dentro de un triangulo! Me he quedado como hipnotizada y al pasar la maestra por mi lado, temerosa de que las compañeras me dirigieran sus miradas, casi con un hilo de voz ,la he preguntado ¿Que es esto? Y me ha dicho : “que era Dios y el ojo que todo lo ve”.¡Me cuesta comprender!
La hora del recreo¡ la interminable media hora! Esta vez no me quedado pegada a la pared .No quería que se complacieran en mi soledad en mi aislamiento y como no conocía los atrases de la escuela me he ido a verlo. Por allí pasa el mismo riachuelo que el de la era, pensé... podía irme y hacer tiempo. He saltado el charco y al mirar de frente he visto a un chico , sentado en un monticulo de tierra, en el atrio de la iglesia, que está casi enfrente de la escuela y me he encaminado allí pensando que habían salido al recreo, miré y no les vi, y me senté a su lado. Este chico tenia unos 10 o 11 años, tampoco me dijo nada estaba cabizbajo con un palo en la mano y escarbaba la tierra y yo no me atrevía a mirarle me daba vergüenza, pero como tambien parecia estar sólo me quedé con el. Sacó algo del suelo y me habló. Dijo: “mira (alzandolo en la mano) esto es un hueso, una tibia” ensimismada, no dije nada y lo volvió a esconder y volvió a sacar otro“este es el húmero del brazo”y así estuvo todo el rato, enterrando y desenterrando. Sonó el silbato, para que entraramos en clase y ¡ salí corriendo!
Se lo conté a mi madre y me dijo que con eso no se jugaba, que allí estaba gente enterrada.
Por la tarde como no tenemos colegio, me he ido a la huerta es para mí ¡ el jardín de la fantasía! donde puedo esconderme, de tanta hostilidad, soñar y jugar.

24 de septiembre jueves: 

Doña Isabel, nada más llegar nos dijo a mí y a otra ¡vamos a encender la calefacción (aunque no hacia frío, creo que tambien porque se ha dado cuenta de que mis compañeras me han dejado de lado y dar lugar a integrarme) y cuando nos hemos quedado a solas las dos en el cuarto (un poco oscuro) me ha mirado y me ha dicho: “Mira no te hablamos porque tú no eres como nosotras, tu padre, tiene tierras y los nuestros son obreros” yo no dije nada me quede tan sorprendida y a la vez aliviada, al menos se que hay una razón.
Siento que estoy en tierra de nadie .Unos porque son muy ricos y viven en su mundo de donde apenas salen y otros porque tienen perjuicios.
Cuando salimos al recreo, las observe un momento y sentí un poco de pena por ellas.También me quedé mirando al chico, que escarba y saca los huesos y me acerqué y esta vez si me atreví a hablarle , y le dije: Me ha dicho mi madre que con esto no se juega.Y me fui a dar una vuelta por el pueblo.

25 de septiembre, viernes: 

¡Por fin, salieron los chicos! Mi hermano, corriendo y tras de él sus compañeros.
Yo estaba otra vez... apoyada en la pared. Él subido ya en una tapia y los otros intentado subir, me vio, se bajo y vino hacia mí, y me dijo !ven¡ Salté la tapia y jugamos a ver quien corría más y llegaba primero, dando la vuelta al pueblo. Llegué yo la primera y entonces los chicos me alzaron al vuelo. Las chicas miraban perplejas de que jugara con ellos.¡que bien lo pasé. Me gustaría ser chico! para estar en la escuela con ellos, aunque su escuela sea fría y vieja, por que ellos no piensan igual que las chicas, de este pueblo, ñoñas, aburridas y llenas de complejos.

27 de septiembre, sábado: 

Que bien hoy no tenia que ir a la escuela!
Me fui a la huerta, a pasar el rato. No tenia con quien estar. No encontraba a mi hermano.
Mi padre se reunió con sus amigos, que vienen los sábados por la tarde, montan en una habitación el equipo y desde allí emiten su programa de radio.
Mi madre, aprovechando la ocasión ha cogido a escondidas un libro del armario de mi padre que tiene bajo llave y con sigilo se ha ido a esconder para poder leer¡ por que no hay nada que la guste mas a mi madre! ella tiene sus libros guardados en un baúl, como si de un tesoro se tratase. Pero tiene gran curiosidad por los que esconde mi padre.
Mis hermanos pequeños están dormidos
Mis primas, están recluidas en su palacio
Las niñas del pueblo ,no se, creo que cosen por las tardes
¡Ay! Vago solitaria cual ave, por estos lares. Descubriendo sus misterios .Oteando el paisaje desde el puente colgante.

M. Carmen Alonso Huerta

Diario de un enterrador

Día 14 de noviembre de 2016 

La gente se muere los fines de semana, pero los curas cumplen a rajatabla el mandamiento de la Santa Madre Iglesia, y aquí nos vemos los lunes con la resaca del finde.
Tres entierros en un día, demasiados para un pueblo en el que muchos están viendo ya pasar la vida.
Si abrir tumbas es duro, hacerlo para personas jóvenes, es especialmente duro. A veces, los lunes son demasiado trágicos, los accidentes de tráfico cercenan vidas que estaban siendo vividas a tope.
Ha sido sobrecogedor dar sepultura a este chico, bastante conocido por mí. Noté que los brazos no eran los míos cuando con la soga bajábamos el ataúd, estaban flojos, sin fuerza. Con la pala me pasó otra cosa parecida, iba completamente descompensado con mi compañero Sergio, hasta más de una palada no entró dentro del hoyo.
Al llegar a casa aún oía interiormente los llantos y gemidos de tanta gente joven, que no estaban en edad de entender algo de lo que les estaba tocando vivir.
Los otros dos entierros, fueron tranquilos, personas ya muy mayores, a los que el tiempo se le acabó, después de exprimirlo a tope.

Día 15 de noviembre

Aún resonaba el eco de los llantos del día anterior cuando abrí esta mañana el cementerio. No tenía entierro, el día prometía tranquilo. La noche había sido ventosa y gran parte de las flores que aún quedaban de Los Santos, se convirtieron en juego del viento, llenando los pasillos de plásticos y jarrones rotos. No puedo ver mi cementerio hecho un adefesio, así que todo el día me dediqué a la limpieza.
Como recientemente habían tenido tantas visitas los muertos, el resto de noviembre es un mes tranquilo a esos niveles.

Día 16 de noviembre

Me conozco todas las sepulturas, los difuntos que reciben visitas y los que no. Esta es mi segunda casa. Me gusta cuando comienzo y termino mi jornada, dar una vuelta por todo el cementerio, para ver que todo está en orden.
Hoy me lié demasiado con arreglar la sepultura de mi abuelo, salía ya tarde sin dar la vuelta de costumbre. Me pareció oír una voz. A veces me suele pasar, oigo ruidos parecidos a voces o gemidos, pero enseguida razono, descartando cualquier pensamiento. Pero este día era distinto, me di media vuelta para comprobar de dónde venían los sonidos. Para mi sorpresa, una mujer se había caído dentro de una tumba al pisar sobre las rasillas y se precipitó, sin poder salir luego. Estaba con ataque de ansiedad, por lo que primero tuve que tranquilizarla y después, no sin dificultad sacarla del hoyo.
Por primera vez realizaba a la inversa el trabajo, además con un vivo.

Día 17 de noviembre
Amaneció el día lluvioso. Teníamos entierro. Había que abrir la puerta de un nicho. Tal como estaba el día era una suerte, pero para mí profesionalmente no lo era. Soy enterrador y prefiero dar sepultura en el suelo, me gusta observar el tipo de terreno donde reposará el ataúd, si al excavar aparecen distintos tipos de vetas, si hay un bodonal, si brota agua,…y pensar cómo se integrará lentamente el difunto en el terreno.
Un nicho me parece más artificial, como la vida enlatada, aún más frío dentro de la gran frialdad de esta situación. Como suele pasar a menudo, tuvimos dificultades para introducir el ataúd, aprovechan al máximo el espacio y pasa lo que pasa. En vez de de bajar, hay que subir, guardando un difícil equilibrio. Los acompañantes también están un poco desubicados, como más alejados de la escena. Para rematar, el tapiado con ladrillos y yeso, tampoco ayuda mucho.
Desde que están avanzando y ganando terreno los nichos, he pensado que terminan con nuestra profesión, pronto vendrá una grúa. El siguiente paso, las incineraciones masivas, terminarán con los cementerios.

Día 18 de noviembre

Cuando llegué esta mañana, ya me estaban esperando a la puerta una pareja de ancianos. No pudieron venir por Los Santos y tenían una espina clavada por no haber limpiado la sepultura de su hija y haberle hecho una visita.
Es una de los momentos que más agradeces ser enterrador, cualquier detalle que tienes con ellos te lo agradecen con creces. Tenían dificultad para moverse, les llevé hasta la sepultura, le llevé agua y le ayudé a limpiar. Habían venido de otro pueblo, se quedaron ya tranquilos.
Me dieron el teléfono, pidiéndome el favor de avisarles si ocurría algo especial. ¡Qué manía de atribuirle a los muertos las cualidades de los vivos!

Día 19 de noviembre
El sábado es el día que más visitas reciben los difuntos. Da gusto ver el cementerio con tanto ambiente, especialmente ahora que apenas hay escenas de gritos y llantos agarrados a la sepultura. Hoy tan solo unos gitanos, que para eso son unos artistas, lloran y gritan al compás del que pasa al lado de ellos, parándose en seco cuando se alejan.
Sigo luchando con los tordos que intentan dormir en los cipreses, manchando las sepulturas.
Termino la semana sin entierro, no me asustan los muertos, me duele el sufrimiento de los vivos, por lo que siempre agradezco irme de fin de semana con buen cuerpo, ahora que podemos disfrutarlos, pues antes estábamos como la funeraria, siempre de guardia.

Antonio Castaño

Diario de un Franciscano
Lunes 14 de noviembre
“Mi miedo no es morir, me siento preparado para el viaje”. Estas fueron sus últimas palabras.
Sigo sintiendo dolor en cada ausencia.
Tenía que haberme acostumbrado a vivir con esta compañía que, al igual que este hábito de fraile, me viste y me desnuda el cuerpo medianamente joven.
La diabetes me ha vuelto a dar su toque de atención. Una de mis preguntas sigue siendo hoy la misma: ¿Mis manos son sus alas de despegue y despido de lo que aquí les ata?
Cacofonías continuas en su boca y esa mirada opaca ya en los ojos de Lucila me persiguen al meterme en la cama.
Ayer nos dejó para siempre José. Todos le lloraremos mucho tiempo.
La desmemoria galopante de Eusebia ha oscurecido la luz de su belleza. Su hijo, después de acariciarle el pelo, se escondió en un rincón y sollozó en silencio.
Hoy la misa de 12 me costó más que nunca.
No sé si consigo llenar de paz el viejo corazón de todos mis ancianos.
Ser Franciscano en los días que corren me ayuda a resolver mis propias dudas. Esta gente mayor es quien me enseña.
En las calles del pueblo la lluvia intensa, jarreante, también llora la muerte de José.

Martes 15 de noviembre.
A las 8 de la mañana ya estaba en la Complutense. Tengo que hacer un trabajo para mi optativa: “Métodos y Tendencias Historiográficas”. No sé de dónde voy a sacar horas de estudio pero…Terminaré mi carrera de Historia.
A mi regreso de Madrid he parado en el súper y he dejado hecha la compra de la semana para mis ancianos de la Residencia de San Miguel. Ya son tres los que tienen comida parenteral y me preocupa especialmente el grado de deterioro de Martín.
Los siete pueblos que tengo a mi cargo como oficiante llenan toda mi vida de fe dedicada a los demás. Después de servir la comida a los válidos, he logrado saber lo que tanto le inquieta a Remedios. Mi charla y ese apretón de manos le han sosegado un poco.
Estos pueblos pequeños de Castilla, decrépitos y casi deshabitados en invierno, me entristecen enormemente.
Renuevo cada día mi ilusión y mis ganas de aprender de sus gentes y sus vidas.
Intento mantenerles la Esperanza y la Fe en que Todo es posible si uno quiere.
Yo, pese a todo, sigo queriendo.
Amo a los demás como a mí me gustaría que ellos me amaran.
El día ha sido agotador.

Miércoles 16 de noviembre.
Los dos funerales, inesperados, de hoy y una nueva hiperglucemia me han dejado rendido.
Mi tremendo cansancio no me deja escribir.
¡Ayúdame, Dios mío!

Jueves 17 de noviembre.
Ha sido un día gris, muy gris, pero llegó a salir el sol.
Otra vez el dolor, el quebranto, la tristeza de todo aquel que pierde a quien le dio la vida.
La iglesia estaba a rebosar de llantos y de fieles apretados en los bancos.
De otros pueblos limítrofes han venido al sepelio de Regi, muy querida por todos.
Ha oficiado la Misa el Vicario. Hermosas palabras regaló a sus hijos: “Regi os ha dejado en herencia el AMOR”.
Yo… Creo que nunca mueres, sólo te trasladas.
Una vez más trato de convencerles de que la vida es un proceso colmado de ausencias. Llenar esos vacíos sólo depende de nosotros mismos.
¡Señor, mantén mi Fe!

Domingo 20 de noviembre.
Otra vez una tremenda subida de mis niveles de azúcar me han llevado de nuevo al hospital.
Han sido dos días duros, difíciles y eternos. En esta ocasión sólo perdí la vista durante media hora. Los diecisiete kilos que adelgacé la vez anterior me han ayudado.
Miguel y Elvira se han abrazado a mí al bajarme del coche.
Dejé en el hospital muchas preguntas. Ahora, aquí, encuentro las respuestas.
Hoy he comprado la sonrisa de Andrés con un caramelo.
Son estos “grandes niños”, que tanto me regalan, los que más me preocupan.
Vivo envuelto entre cera, babas, incienso, arrugas y años.
Aún sigo preguntándome, cada día, si he dado todo lo suficiente.

Sonsoles Palacios V.

Diario en la ventanaEscrito a partir de esta noticia

Lunes 7 de noviembre de 2016.
Cada día se hace más pronto de noche. Las horas oscuras aletargan mi ánimo, supongo que esto no me hace diferente al resto de la gente.
Lo bueno es que el otoño trae a Blanca. Hará escala aquí de camino a casa de su marido, pasará en España todo el mes. Comeremos juntas y le daré la bufanda nueva que le estoy tejiendo. Eso si la oscuridad de estos días me deja terminar las pocas vueltas que me quedan.
Siempre pide una bufanda. Creo que es porque en Boston hace mucho más frio que aquí.

Martes 8 de noviembre de 2016.
Pasé la mañana en la iglesia de los Padres Franciscanos. Han puesto radiadores al lado de los bancos laterales, cerca de los confesionarios.
¡Si me viera Vidal pisar la iglesia! Hija de maestra republicana que escapó del bautismo y la comunión gracias a tantas mudanzas huyendo de miedos.
Lo veo reírse en mi imaginación, pensando a la vez en lo inteligente que soy por buscar recursos a esta humedad y este frío de orientación norte.

Miércoles 9 de noviembre de 2016.
Ya no veo bien junto a la ventana. Hoy la misma rutina, dos misas seguidas.

Jueves 10 de noviembre de 2016.
Blanca llamó. Solo quedan quince días. Insiste en que me vaya con ella al pueblo a pasas estos días. No creo en las fiestas, ni que exista un niño que nació para salvar el mundo, a la vista está. No quiero ser una carga para mi sobrina. No quiero estar sola.

Viernes 11 de noviembre de 2016.
Hoy salió el sol y aproveché para terminar la bufanda. Es de un bonito color verde, como el de los prados con las primeras lluvias de otoño en las dehesas de mi Castilla.
Hace tiempo que la ciudad me ha comido y solo ocupo un hueco en sus espacios. Ojalá pudiera volver a mi pueblo. La lumbre siempre abraza y los pocos vecinos regalan palabras, huevos y repollos.

Sábado 12 de noviembre de 2016.
Compré velas, cada vez llevo peor las noches tempranas. Incluso echo de menos la televisión. Esos programas en los que la gente canta y quiere triunfar, es bonito creer en los sueños aunque sean cortos.

Domingo 13 de noviembre de 2016.
No tuve tiempo de escribir antes de bajar las persianas. Mi diario tendrá que esperar hasta mañana, mis ojos no se acomodan a la luz de la vela. Creo que la dejaré encendida. Hoy me siento realmente sola.

Sara Diego

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