viernes, 5 de mayo de 2017

¿Aló? Lo que calla el teléfono

La última sesión del taller la dedicamos al teléfono. Hablamos de cómo este invento revolucionario nos permite hacer más llevadera las distancia y más rápida la comunicación pero también de las consecuencias negativas, sobre todo en su versión móvil, pues apenas nos deja tiempo para pensar y estar solos, sin nadie con quien compartir un toque, un SMS o un whatsapp.
Hablamos también del coltán y de cómo grandes empresas como Nokia, Motorola o Sony, entre otras, lo emplean en los condesadores de los móviles y para ello explotan a niños pequeños que lo sacan de las minas del Congo y propician todo tipo de guerras y enfrentamientos para controlar dicho mineral.


Teléfono negro. Luisa Romero

Con un teléfono rosa en la mano leímos el poema de Jesús Ge "Yo no he dicho eso. Así se lo dije" (Esto no es vanguardia). Pero mejor si lo escuchamos aquí en la versión del autor y, además, en una cabina telefónica:




El texto de Anton Chejov titulado "El teléfono" nos permitió hablar de las interferencias y los cruces de líneas o conversaciones y el relato "Entre las doce y la una" de Quim Monzó de cómo una conversación se puede volver insostenible y rozar el absurdo.
Y para descansar de tanta llamada y tanta conferencia pusimos nuestros móviles en modo avión y nos dejamos llevar por las palabras de José Hierro en su poema "Don Antonio Machado tacha en su agenda un número de teléfono":

Borra de tu memoria
este número de teléfono
2-6-8-1-4-5-6.
Táchalo en tu agenda.
Si ahora marcaras ese número que no puede escucharte,
nadie respondería. Este número sordomudo:
2-6-8-1-4-5-6.
borra, olvídalo, tacha ese número muerto:
es uno más, aunque fue único.

Las hojas de tu agenda tienen más tachaduras
que números y nombres.
Ya quedan menos a los que llamar;
apenas quedan números y nombres que te hablen
o que te escuchen: 2-6-8-1-4-5-6.
Haz todo lo que puedas para que se disuelva en tu memoria:
destrúyelo, trastruécalo:
8-2-6-4-1-5-4,
rómpele el ritmo que le correspondía:
4-5-2-6-1-8-4,
ya no lo necesitas,
no necesitas esos números, esos nombres o sombras.
2-6-8-1-4-5-6:
«¿Está Leonor? »
Y suponiendo que alguien te responda,
será otra voz la que responderá.
Baraja el número, confúndelo, desordénalo.
Así: 1-4-2-5-6-8.
«¿Está Guiomar? »
Baraja los números y nombres, barájalos,
sobre todo los nombres:
«¿Está Guionorr? » «¿Está Leomar? »
Silencio.
Olvida, tacha, borra, desvanece
esos nombres y números,
no intentes modelar la niebla,
resígnate a que el viento la disperse.

¡Colinas plateadas...!

Hablamos también de la película Última llamada, de Joel Schumacher en la que un tipo decide descolgar el teléfono de una cabina pública que suena con insistencia. Cuando pregunta quién llama se verá envuelto en un macabro juego. Un francotirador que le apunta con un rifle con mira telescópica le advierte que si cuelga el teléfono morirá.

Comentamos también la reflexión que Lorenzo Silva hace sobre el teléfono móvil: "Soy de la opinión de que el teléfono móvil es el más salvaje y abyecto atentado que el progreso tecnológico ha producido contra uno de los pocos tesoros espirituales del hombre: la soledad" Después leímos un texto de Hernán Casciari donde se plantea qué hubiera sido de la historia de la literatura si el teléfono móvil hubiera existido siempre. Y leímos, por último, el articuento de Juan José Millás titulado "Confusión":

Antes de que hubiera terminado de desenvolver el regalo de cumpleaños, sonó dentro del paquete un timbre: era un móvil. Lo cogí y oí que mi mujer me felicitaba con una carcajada desde el teléfono del dormitorio. Esa noche, ella quiso que habláramos de la vida: los años que llevábamos juntos y todo eso. Pero se empeñó en que lo hiciéramos por teléfono, de manera que se marchó al dormitorio y me llamó desde allí al cuarto de estar, donde permanecía yo con el trasto colocado en la cintura. Cuando acabamos la conversación, fui al dormitorio y la vi sentada en la cama, pensativa. Me dijo que acababa de hablar con su marido por teléfono y que estaba dudando si volver con él. Lo nuestro le producía culpa. Yo soy su único marido, así que interpreté aquello como una provocación sexual e hicimos el amor con la desesperación de dos adúlteros. Al día siguiente, estaba en la oficina, tomándome el bocadillo de media mañana, cuando sonó el móvil. Era ella, claro. Dijo que prefería confesarme que tenía un amante. Yo le seguí la corriente porque me pareció que aquel juego nos venía bien a los dos, de manera que le contesté que no se preocupara: habíamos resuelto otras crisis y resolveríamos ésta también. Por la noche, volvimos a hablar por teléfono, como el día anterior, y me contó que dentro de un rato iba a encontrarse con su amante. Aquello me excitó mucho, así que colgué en seguida, fui al dormitorio e hicimos el amor hasta el amanecer. Toda la semana fue igual. El sábado, por fin, cuando nos encontramos en el dormitorio después de la conversación telefónica habitual, me dijo que me quería pero que tenía que dejarme porque su marido la necesitaba más que yo. Dicho esto, cogió la puerta, se fue y desde entonces el móvil no ha vuelto a sonar. Estoy confundido.

En esta ocasión propusimos varias tareas de escritura. La primera de ellas la resolvimos allí mismo y salieron cosas muy divertidas. ¿En qué consistió? En completar un diálogo telefónico extraído de la obra The Buenos Aires affaire de Manuel Puig en la que solo se muestra el discurso de uno de los interlocutores:

Oficial – Hable
Voz  – …
Oficial – Sí la escucho
Voz  – …
Oficial –Para consultas está mi asistente, le vuelvo a dar con él.
Voz  – …
Oficial -¿Peligro de qué clase? Ante todo deme su nombre
Voz  – …
Oficial –Le prometemos reserva absoluta.
Voz  – …
Oficial –Hable con menos vueltas. ¿Cuál es el peligro?, ¿de qué clase?
Voz  – …
Oficial –Nadie se va a enterar de su llamada, esté tranquila. ¿En qué consiste el peligro?
Voz  – …
Oficial –Deme los nombres de ellos, y los domicilios.
Voz  – …
Oficial –El nombre del sujeto este que le parece peligroso, y el de ella.
Voz  – …
Oficial –Si usted no está segura la cuestión cambia. Usted sabrá que las falsas alarmas están penadas por la ley. Deme su nombre y número de teléfono, la llamo enseguida.

Para casa propusimos escribir un texto donde se produzca un cruce de líneas, o reproducir, con alevosía y nocturnidad, una llamada al programa "Hablar por hablar" o al teléfono de la Esperanza o incluso recrear un cuento clásico o un fragmento de una novela conocida pero poniendo en la mano de los protagonistas un teléfono móvil.

Estos son los trabajos enviados por algunos de los participantes en el taller:


Conversación telefónica entre Don Quijote y Sancho Panza

SANCHO
Se puede saber mi señor dónde anda metido? Es la tercera llamada que le hago.

D. QUIJOTE
Tranquilo Sancho, he cambiado de móvil y no hay forma humana de que arranque este aparato, necesita un baño de aventuras.

SANCHO
No me venga con monsergas, estoy en una delicada situación y usted se va por la tangente.

D. QUIJOTE
¿Qué ha pasado? Salgo ahora mismo Sancho para Barataria. ¡Cuéntame!.

SANCHO
Aquí estoy mi señor sentado en la mesa con el babero puesto y un médico verdugo no me deja probar bocado. Estoy a punto de palmar.

D. QUIJOTE
¿Y qué motivo aduce el galeno para que no te deje comer los manjares?

SANCHO
Que si me sientan mal, que si nos hora para comer esos platos, y sobre todo que pueden estar envenenados.

D. QUIJOTE
¿Venenos? Por lo que veo estás a punto de ser envenenado, rápidamente salgo para allá. ¿Cómo se llega hasta allí?

SANCHO
Creo que no hace falta mi señor, espere un momento. En un despiste del médico le he sacado una foto al posible plato envenenado. Ahora le envío un whatsApp para que lo examine.

D. QUIJOTE
Sancho no consigo abrir la foto, me dice que la jpg no es compatible, ahí puede estar la clave del veneno. Te ordeno que me digas cómo llego lo antes posible deshacer el entuerto y darle su merecido al tal médico.

SANCHO
Mi señor D. Quijote, abra el google map y él le indicará la ruta más corta y sin peajes para Rocinante.

D. QUIJOTE
¿Y no es mejor que me mandes por whatsApp tu ubicación?

SANCHO
¿Y eso qué es? No tengo ni idea y como tengo mi estómago, no estoy para aprendizajes.

D.QUIJOTE
Vale, ya te enseñaré, que te estás quedando atrás tecnológicamente. Tardaré día y medio a galope según la señora Google. Me espera una de las mejores aventuras: rescatar a mi fiel escudero del envenenamiento del galeno.

SANCHO
Demasiado tiempo de espera para el hambre que tengo, no le aseguro mantenerme consciente.

D. QUIJOTE
Resiste Sancho, no me seas un blandengue.

Antonio Castaño Moreno