lunes, 23 de enero de 2017

A la carta

¿Quién no recuerda aquella canción de corro que decía: "Cuando venga el cartero, qué cartas traerá, si serán de mi amante o de quién serán"? Hoy apenas se canta esta canción del mismo modo en que apenas se salta a la comba.

La sesión del viernes la dedicamos a las cartas, al género epistolar. Señala Antonio de Armenteras en su libro Epistolario y redacción de documentos que la carta es de quien la recibe.
Eulalio Ferrer Rodríguez en su artículo "Reivindicación del género epistolar" señala que "el diálogo epistolar es uno de los pocos espacios comunicativos que se salvan de las mecanizaciones masivas y atolondrantes de un tiempo cada vez más dominado por la amnesia y el insomnio".

Hablamos de libros. Del titulado Querida abuela... Tu Susi de Christine Nöstlinger, una deliciosa historia tejida con las cartas que Susi, de vacaciones en Grecia, le escribe a su abuela. Qué buena forma de inculcar a los más pequeños el aprecio por las cartas, una forma de comunicación que se presta al detalle, a la anécdota, pero también a la intensidad que destilan las emociones.
Hoy día, en que los niños apenas escriben al ratoncito Pérez y a los Reyes Magos no estaría mal que aprendiesen el valor de las cartas.





Y nos detuvimos en un libro que pasó inadvertido en su primera edición pero que se convertiría tiempo después en un clásico del género epistolar:  84, Charing Cross Road de Helene Hanff. Una historia construída con las cartas que durante veinte años tuvieron como protagonistas a Helene Hanff, una lectora americana incansable y buscadora de libros especiales, y a los libreros de Marks & Co., librería situada en la calle de Londres que da nombre al libro.
La historia, llena de ironía y sutileza, es todo un homenaje a los libros de viejo, a los grandes lectores y escritores y a las propias cartas, a través de las cuales se afianza la amistad de los protagonistas. ¿Quién iba a decirle a Helene Hanff que sus cartas se convertirían en un libro, en una obra de teatro y en una película?




Transcribimos aquí una de las cartas de 84, Charing Cross Road:

14 East 95 th St. New York City

A todo el personal del 84 de Charing Cross Road:
Mil gracias por su maravilloso volumen. Jamás he tenido un libro con todos los cantos dorados. ¿Creerán ustedes que, además, me llegó justamente el día de mi cumpleaños?
Habría deseado que no hubieran sido ustedes tan excesivamente correctos dedicándomelo en una tarjetón adjunto, en lugar de escribir su dedicatoria en la página de guarda del propio libro. Pero ustedes son libreros, claro..., y se les nota: han temido que una dedicatoria manuscrita en el libro le hiciera perder valor..., cuando para su actual propietaria lo habría incrementado muchísimo. (Y posiblemente también para un futuro propietario. A mí me encantan las inscripciones en las guardas y las notas en los márgenes: me gusta el sentimiento de camaradería que suscita el volver páginas que algún otro ha pasado antes, así como leer los pasajes acerca de los que otro, fallecido tal vez hace mucho, llama mi atención.)
¿Y por qué no han firmado con sus nombres? Me imagino que Frank no les debe de haber dejado hacerlo: ¡probablemente no está dispuesto a consentir que yo escriba cartas de amor a nadie más que a él de esa casa!
Les envío saludos de América..., de esa amiga infiel que está derrochando millones en reconstruir Japón y Alemania, mientras permite que Inglaterra pase hambre. Algún día, si Dios quiere, iré a pedirles personalmente disculpas por los pecados de mi país (y cuando llegue el momento de regresar a éste, sin duda tendré que pedirles disculpas también por los míos propios).
De nuevo gracias por este hermosísimo libro. Pondré especial cuidado en evitar mancharlo de ginebra o ceniza, porque realmente es demasiado bello para una persona tan descuidada como yo.
Con el afecto de

Helene Hanff


Hicimos un breve repaso por algunas curiosidades relativas a las cartas, como la historia del hombre que se envió a sí mismo; el cómico americano que enviaba cartas surrealistas a hoteles, tiendas y empresas; las cartas dirigidas a Dios o la curiosa historia de Paco que escribió dos correos al cantautor portorriqueño Tommy Torres para que le ayudase a conseguir el amor de una chica y que éste convirtió en canción. Podéis leer todas estas historias aquí.


También hablamos de las cartas "en capilla" o cartas de capilla, escritas por presos momentos antes de ser ejecutados. Como la carta que Blanca Brisac, una de las "Trece rosas", escribió a su hijo y en la que no se advierte ni rencor ni odio hacia sus verdugos. Hiela el alma la entereza y la rectitud moral con que está escrita:

Querido, muy querido hijo de mi alma,
En estos últimos momentos tu madre piensa en ti. Sólo pienso en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo digno que fueron sus padres. Perdóname, hijo mío, si alguna vez he obrado mal contigo. Olvídalo hijo, no me recuerdes así, y ya sabes que bien pesarosa estoy.
Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, Quique mío.
Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de tu papachín. ¿Verdad, hijo, que en mi última hora me lo prometes? Quédate con mi adorada Cuca y sé siempre para ella y mis hermanas un hijo. El día de mañana, vela por ellas cuando sean viejitas. Hazte el deber de velar por ellas cuando seas un hombre. No te digo más. Tu padre y yo vamos a la muerte orgullosos. No sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia ante el piquete. Yo sí lo he hecho.
Enrique, que no se te borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de todos. Hijo, hijo, hasta la eternidad. Recibe después de una infinidad de besos el beso eterno de tu madre.

Blanca Brisac


Mostramos aquí el enlace de las cartas que Fernando Arrabal escribió en 1971 al general Franco, al rey de España, a los comunistas, a Fidel Castro y a Stalin, editadas por Reino de Cordelia bajo la supervisión de su gran amigo Pollux Hernúñez.

También escuchamos algunas canciones relacionadas con las cartas. Seguro que a nadie se le escapan los temas "20 de abril" de Celtas Cortos, "Un ramito de violetas" de Cecilia, "Carta de un león a otro" de Juan Carlos Baglietto o "Carta a Ufemia" de Pedro Infante y que reproducimos aquí:




Propuesta de escritura

Escribir una carta llena de emoción. Tan sencillo y tan difícil a la vez.


A continuación publicamos los trabajos que han ido llegando hasta ahora:


Carta a un desconocido
A ti, lector:

Gracias por tenerme en tus manos. Eres para mí anónimo, al igual que lo soy yo para ti.
Tus ojos recorrerán estas palabras a la vez que tus manos pasean por el camino que mis dedos dejaron. Se juntarán tus huellas con las mías, tu asombro con mi osadía, tu intriga con mi desconfianza. Querrás saber de mí y yo jugaré para que sigas viviendo siempre con esa incógnita.
A veces soy de espuma, otras de arena. Mi destino, como el de los demás, me maneja a su antojo. En muchas ocasiones me rebelo, otras me paralizan y me aquietan. Sueño, vuelo, deambulo entre un ir y venir de los sentidos. Tengo luces y sombras. Suelto dudas y miedos. Me gusta descubrir, indagar, desnudar todo aquello que nace para ser desvestido.
También me gusta que me arropen el corazón en las noches de escarcha. Soy amigo-a del sol y las estrellas. La Luna es mi gran confidente y con cierta frecuencia me regaña. Ciertos colores no me gustan pero siento predilección por muchos otros. Mi piel siempre fue suave, pero el paso del tiempo va dejando su lastre. Procuro mantener dibujada la sonrisa aunque, cuando al tropezar me duele, suele desdibujarse.
No quiero viajar solo-a, suele ser aburrido, y tampoco hago uso de cualquier compañía.
¿Quién soy? Ni tan siquiera yo lo sé. Cada día me levanto con miles de preguntas.
¿Quién eres? También lo desconozco.
Tan sólo sé una cosa en este instante: Hemos estado juntos un momento.
Si no ha sido de agrado, me disculpo.

Incógnita

Sonsoles Palacios Vaquero

Estimado y admirado maestro Raúl:
En primer lugar, le deseo que esté disfrutando de los paisajes invernales que estos días están dejando en el campo las fuertes heladas, así como de sus viajes con la mochila a cuestas, llevando ilusiones creativas a adolescentes y maestros de media España.
Puestos ya a lo mío, quiero disculparme por el retraso que últimamente acumulo en la entrega de mis deberes. Verá, llevo un tiempo muy ocupado, a pesar de que sus deberes siempre me motivan, no me vaga, como decimos por estas tierras del sur de Salamanca. Y todo ello debido a un grave problema psicológico. Como le cuento, a veces la Psicología en vez de arreglar mentes, las estropea, las complica, creando situaciones que uno no es capaz de gestionar correctamente, pues son tantos los factores intrínsecos y extrínsecos, que mi humilde cerebro ya no es capaz de procesar tanta información.
No quisiera agobiarlo, quitándole tiempo a su tiempo tan creativo, pero aprovechando que hacía mucho que no escribía una carta personal, la mano se me ha desbocado y me surgen tantas cosas, que abusando de la confianza que nos da en clase, allá que le van.
Como le decía la Psicología es un poco la culpable de mi holgazanería creativa -costumbre de echarle siempre a alguien la culpa- me matriculé en la UNED de esta disciplina, pensando que podía superar los conocimientos con facilidad, pero la realidad ha sido bien distinta. A pesar de que me aplico, he tenido los exámenes, para mí difíciles como ellos solos, y lo peor es que le veo poco futuro a mi futuro.
Una vez realizados, espero a partir de ahora aplicarme y ponerme pronto al día, para satisfacer mis deudas con ud.
Aprovechando que en el sobre pueden entrar más de un folio, quería comentarle también algunas cuestiones que en clase no he tenido ocasión de decirle, que considero debo hacerlo, aunque le siga robando más tiempo.
Pues verá, recibí un regalo los pasados Reyes. Esto no tendría mayor importancia, de no ser que se trataba de un libro suyo. ¡Un libro de mi maestro! Grité al abrirlo. Me produjo gran ilusión, que sepa que no es por hacerle la pelota. Es un libro especial donde confecciona poesía a través de las palabras, después del corte realizado por Isabel. Costura muy original la suya, con puntadas gruesas sin hilo, palabras enlazadas paso a paso. Me recuerdan los pasos que ud. me está ayudando a dar para aprender a caminar en este tiempo nuevo que empecé el año pasado.
A pesar de que ya llevo dados más de 30 pasos, aún siento que estoy gateando, no me atrevo a ponerme de pie y soltarme en este terreno tan complicado de las palabras, que te asaltan por el día y la noche, la mayoría descolocadas, que te presionan para que las ubiques en el sitio correcto.
Tengo que agradecerle que gracias a ud. esta tarea es bastante más fácil. No solo ésta, también la de pasar de ser maestro a ser alumno, ha conseguido que las tardes de los viernes, se conviertan en un tiempo donde la creatividad flota en el aire, poniéndonos unos deberes que para ellos querrían muchos alumnos de secundaria, aborregados con los antipáticos ejercicios de los libros de texto, basados en el corta y pega.
Siento no haberlo conocido antes, habría sido maravilloso verlo trabajar con los alumnos de mi colegio, más de uno se habría lanzado a la escritura, pues la ilusión y preparación de sus clases, son herramientas a las que no es fácil ignorar mirando para otro lado.
Quien me lo iba a decir, que después de vivir gran parte de mi vida rodeado de vacas, un VACAS iba a darme de comer creatividad a espuertas para llenar mi tiempo nuevo y seguir por la senda del aprendizaje.
Gracias por todo maestro, reciba un fuerte abrazo.

Antonio Castaño Moreno


Carta a mi amiga
Ayer volví por aquél café y te recordé. Fue en él la última vez que nos vimos.
Ya ha pasado mucho tiempo, unos cuantos años, y te has desdibujado. Tu color, tu relieve te han abandonado un poco.
Tú marchaste a otra ciudad y yo me quedé aquí
Antes de ese último encuentro ya sentía que te habías ido
Pero fui yo la que te dejo partir. De lo cual me duelo.
Pero ya conoces mi actitud en la vida, de no aferrarme a lo que ya no vale. Por lo cuál también me alegro. Me siento libre de los dominios que no quería dejar.
¡No sé muy bien lo que siento! Mejor dicho... Sentí que el lazo, que existió durante tantos años desde nuestra adolescencia en el instituto hasta nuestra madurez se había deshilachado. Nada dura para siempre...
¿Por qué? Tal vez hubo malos entendidos no hablados
O simplemente la vida bifurcó nuestro camino para aligerarnos y volar más alto.
Lo que sí sé es que tenemos una conversación pendiente y por ese motivo te escribo. No con la intención de arreglar la situación sino porque no pienses que estoy indiferente lo cual sería nada.
La indiferencia no es humana. Lo digo porque nos hemos sumergido en el silencio. Sin un reproche siquiera. Seguramente para no hacernos daño.
Cuántas cosas vivimos y compartimos: Reímos, reímos mucho y también lloramos, nos contamos los secretos de nuestro corazón y también cuánto nos ayudamos.
Anduvimos muy lejos geográficamente, la una de la otra. Tú en una parte del mundo y yo en la otra, pero seguimos unidas. No importa la distancia o que no te veas cuando sientes que te tienes.
Esto, el tenernos y mantenernos como grandes amigas durante tanto tiempo, fue un regalo de la vida.
Quedémonos con eso. Doy gracias por ello.
A mi vida han llegado nuevas amistades, pero tú lugar nadie lo ocupa
Hasta siempre... amiga, la de toda una vida.

P.D. “Suenan las campanas del olvido pero es imposible olvidar lo que tanto se ha querido”.
¿Te acuerdas? Seguro que sí. La canción que cantaba, cuando me invadía la melancolía. Y a ti tanto te entristecía...

Carmen Alonso Huerta


Las cartas de Eros y Thanatos
Querida Lera,

Estoy esperando tu llegada, con tantas ganas de amarte. Mis pupilas hacen desaparecer el iris, expectantes por ver tu cara, tu pequeño cuerpo sonrosado, tus diminutos pies perfectos.

Quizás no encuentres el camino para llegar hasta aquí. Confusa, ante tantos acontecimientos ajenos a nosotras. Seguro que te has perdido como yo, en la idea y en el miedo de encontrarnos solas. Quizás esperabas tener los ojos de papá y ya no es posible.

No has de temer a las noches, estaremos ocultas a las sombras. Aprendí a no tener miedo y te enseñaré como se hace para perderlo. Es muy fácil, solo tienes que dejarlo sobre la repisa de la ventana y el viento, hará el resto.

Cuando llegues, te enseñaré a quererte, a que te respetes como mujer y puedas vivir siendo tú misma. Aprenderás, por encima de lo que dicen, que uno puede quererse a si mismo y a la vez amar a otros muchos. Créeme, hay miles de maneras de amar. Es lo más bonito que puedes heredar de mí, mi capacidad de sentir. Se pueden compartir vidas y recuerdos sin que pierdas tu esencia y tu luz.

Te acompañaré en tus dudas y tus tristezas. Cuando te hagan daño solo podré estar cerca de ti y dejarte llorar. Pero te aseguro que vivir la vida con intensidad, ilusionarse, enamorarse, crecer, aprender y soñar….., no debes dejar de hacerlo a pesar del dolor que produce a ratos. Vale la pena, te lo aseguro. Dolor de ratos, que solo ocupan un segundo en una larga vida, como será la tuya. Lo comprobarás al final del camino. Unos segundos. Pocos.

No dejaré nunca que te conviertas en quien no quieres ser. Ni te obligaré a aprender ballet, ni a llevar la ropa que me gusta a mí. Serás tú. Yo solamente te acompañaré en esta vida el tiempo que pueda y en tu recuerdo cuando ya no esté.

Prometo llevarte en brazos y sobre mi cadera cuando te canses, luego de la mano hasta que quieras soltarte. Te dejaré subir a los árboles, meter los pies en los charcos y acariciar a los perros callejeros.

Nunca leí libros para ser madre, ni sé de tendencias ni de crianzas. Solo escucho a quien me habla de ello entre sorprendida y temerosa. Pero recuerdo mi infancia feliz, libre, creativa, con sol y nubes con formas en el cielo. Y espero conseguir que la tuya sea aún mejor.

En el resto de tu vida, cuando ya no me necesites tanto, permaneceré cerca. Ya sabrás decidir por ti misma, luchar por lo que deseas, amar a quien elijas..., serás una mujer adulta inteligente y fuerte. Aunque seguro que buscarás mis abrazos de madre y mis besos. Yo sigo buscando el calor en la mía, sobre todo en los días de viento. Soy afortunada.

Ven pronto mi amor, te estoy esperando.

Tu madre.


* * *


Queridos Necios,

¿Habéis tenido alguna vez un sufrimiento tan grande que no podéis controlar?

Ese sin sentido de la vida, los sueños incumplidos, los esfuerzos inútiles...., no hay salida.

Escucháis día tras día: "tienes que cambiar, "no ves nada positivo", "que más quieres si lo tienes todo". ¡Cómo si fuera un estúpido que me gusta recrearme en mi propia mierda, en mi dolor, en mis ganas de llorar sin parar! En ser un niño asustado siendo hombre. ¡Cómo si no quisiera cambiar ese sufrimiento que no sé por dónde viene!, ¡es de tontos!

Creen que quieto dar lastima, ser víctima y presa de mis pensamientos. ¡Odio dar lástima!, así que por ese camino van mal los consejeros de la alegría, los hipócritas de vidas perfectas. Esos que te solucionan la vida queriendo que seas como ellos. Aburridos zombis de este mundo que siempre gira hacia el mismo lado.

No quiero sufrir, no soy eso que ven en mí. Simplemente mi cabeza no me deja, a pesar de lo que lucho contra ella. Si pudiera arrancarla y que la sangre se desbordara hacia los ríos. Eso al menos contribuiría a algo. Mi carroña sobre la maleza para las alimañas y mi sangre esparcida regando el suelo. Volver a la tierra, que mis moléculas formen parte de algo que al menos, merece la pena mirar. Naturalezas vivas que no muertas.

No puedo con tantos cambios a la vez. No hay nada dentro de mi salvo huecos. Una vida atada a las decisiones de mis padres y de mi mujer. De qué pensará mi familia, mi jefe y los que se llaman amigos. Atado al qué dirán.

¿Y dónde he quedado yo en todo esto? En un nudo que me oprime el alma y solo me permite respirar a base de pastillas que anulan mi dolor y me permiten sobrevivir. Para que los de alrededor vean que hay un cuerpo que se viste por las mañanas, se sienta a comer en la mesa y llega por la tarde del trabajo. Eso soy, sólo un cuerpo cuya desnudez va dejando asomar cada vez más las costillas y la punta del corazón latiendo descontrolado.

Pero no importa, porque es justo lo que necesitan. Saber que estoy, no quien SOY. Da igual que no me sienta feliz mientras a ellos no les haga daño.

Y busco las maneras de desaparecer sin dejar culpables, un accidente de tráfico, una caída torpe limpiando una ventana. Sólo, por no dejar culpables.

Pero quizás lo sean, por no aceptar que estoy triste, que no puedo solo, que necesito ayuda. No reproches ni malas caras por no parar de llorar. Por no entender que necesito comprensión, respeto a mi sensibilidad, tiempo para curarme el alma.

Sobrevivir. Despegarme de la pared a la que permanezco anclado por un simple celofán, solo tengo que dar un paso y..... Saltar.

Si supieran los años que llevo luchando solo contra esto. La tristeza incontrolable, la soledad. Rodeado de tanta gente y solo. Si no te comprenden, se alejan. Sino vas por su camino, no hay sendas paralelas. No es cierto. Mirar desde arriba ese mapa que ven las aves, cientos de sendas para llegar a cientos de lugares, lejos de la autopista de los necios.


Quiero hacerlo, son años de dolor que llega a ser tan físico... Daño de carne y hueso, dolor que oprime. Morir da paz. Aunque los egoístas de siempre no puedan verlo. Morir. Qué mi cabeza descanse. Y que mi cuerpo la acompañe decepcionado de todo a la tumba.

No debí déjala marchar.

El niño hombre.

Sara Diego

domingo, 15 de enero de 2017

Estar como en casa

El sábado pasado dedicamos la sesión del taller de escritura creativa a la casa y a su relación con la literatura, el cómic, la fotografía y el cine.
Entramos en la casa, y al tema en cuestión, de la mano de Juan Carlos Mestre y su texto "La casa":

Hay un portal y abril y hay una casa donde viví y fui feliz un día. Mis pasos aún están allí como una piedra quieta, mis ojos detrás de la vidriera mirarán la lluvia, el agua que no sé, la calle fría que contempló mi juventud hora tras hora.
Ya no conozco a nadie, la luz del atardecer enciende otra luz tras la misma ventana. yo puedo recordar la gente que no está, la malva en flor de los geranios, todo lo que el tiempo ha ido borrando a la intemperie.
Pero aquel que piensa regresar deja un testigo, una señal en la pared sobre la cal manchada, y ése e su lugar mientras perviva el signo. Aunque jamás lo puedas ver, aunque el olvido te aleje para siempre de ese espacio amado, allí residirá tu corazón como un huésped ausente.
Sucederá como hoy, tal vez como hoy y tan fugaz la vida habrá pasado. Estás ante la casa, no te atreves a subir, tocar su puerta, y entrar, entrar como el que nace en eso tuyo, la claridad primera, el don que habrás perdido. Vuelves al portal, tú sabes que ya nunca aquella alcoba clara te evocará el deseo. 
Esa es la ventana, hay un hombre, una mujer, los imaginas, los oyes respirar, se aman. Entonces eres tú y están contigo, y tocas la pared, la misma huella que en tus dedos es ahora la apacible memoria de tu alma. Cruzas la calle, la vida, la gente pasa y pasa.

Hablamos de Gregory Crewdson y sus extraordinarias imágenes, Crewdson construye sus escenografías de interiores y exteriores con un tratamiento dramático y cinematográfico de la luz, pero también colocando ciertos objetos o seres en el interior de una casa para producir una sensación extraña, mezcla de realidad y fantasía. Lo doméstico invade la naturaleza, a la vez que las casas son invadidas por elementos inesperados (un bosque en mitad de un salón o torres de rebanadas de pan de molde en un bosque).
La casa aparece como tema y escenario. En ellas, la casa funciona como metáfora de la existencia y lugar en el que convergen todos nuestros temores y amenazas:














Pincha sobre cualquiera de las imágenes para ampliarla

Salimos de estas extrañas casas para adentrarnos en otra mucho más reconocible y cercana de la mano de Paco Roca. En el prólogo de su cómic "La casa" Fernando Marías señala:

Me adentro de repente, casi sin darme cuenta, en los silencios de “La casa”. Se trata en realidad de una absorción; me abduce la primera página, una de esas secuencias mágicas que, muy de vez en cuando, acontecen con naturalidad prodigiosa, como si nadie las hubiese creado, como si siempre hubiesen estado ahí, formando parte del mundo: sin un diálogo, sin una palabra, se narra la muerte de un hombre del que inexplicablemente, pues nunca lo conocimos, sabemos que fue bueno y que alcanzó la serenidad, también que era el alma de esta casa que, en la última viñeta de la secuencia, está ya abandonada y sola, lista para tomar el sendero de su propia muerte. Nada compromete más a un autor que arrancar su obra con una secuencia memorable. El lector lo ha captado y exigirá que la fuerza no afloje y se encamine, además, hacia el cierre exacto del círculo perfecto.
La casa, llena de amor y verdad, lo consigue. Pero a la vez es cierto que cada lector vivirá de forma distinta su estancia en estas habitaciones donde habita y se muestra lo universal
A medida que envejezco siento que el único tema de la literatura –y probablemente de todo lo demás- es el paso del Tiempo.
Y “La Casa”, que es el libro que un chico quiso dibujar para su padre muerto, es también el libro que ha permitido a Paco Roca dibujar el Tiempo que se va, o que se fue, o que se irá.




Y entramos, por último, en "La casa encendida", de la mano de Luis Rosales. Tras cruzar el soneto bajo el título "Zaguán", la puerta del poema se abre para nosotros:

Porque todo es igual y tú lo sabes,
has llegado a tu casa y has cerrado la puerta
con aquel mismo gesto con que se tira un día,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.
Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y encendiste la luz, para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas,
como estarán dentro de un año,
y después,
te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y te has sentido solo,
humanamente solo,
definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.

Has llegado a tu casa,
y ahora querrías saber para qué sirve estar sentado,
para qué sirve estar sentado igual que un náufrago
entre tus pobres cosas cotidianas.

Para completar este rápido recorrido por diferentes casas dejamos aquí un fragmento de la película "En la casa" de François Ozon, quien puso el ojo en un espectáculo teatral titulado El chico de la última fila, escrito por el dramaturgo español Juan Mayorga (Premio Nacional de Teatro 2007) y lo llevó al cine. Este es el final del filme:




Propuesta de escritura

Te planteamos tres opciones para que elijas la que mejor se acomoda a tus intereses:

1. Escribe un texto sobre una casa, la del pueblo, la que habitas ahora, la que te gustaría tener. Describe sus estancias, los olores, las texturas. Cuenta qué ocurre en su interior.
2. En la mayoría de las casas hay un cuarto de estar. Pero en algunas, muy pocas, también hay un cuarto de ser y otro de parecer. Inventa una historia sobre estos cuartos de la casa.
3. Elije una de las escenas que transcurren en el edificio al que miran los protagonistas de la película. Mírala con detalle (solo dura unos segundos) y escribe sobre lo que has visto y lo que piensas que ha pasado o pasará.

Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Segundo movimiento: LO DE FUERA.
Se me cae la casa desde que se marchó.
Y ahora sólo espero el derribo,
y es que perdí la pista del eje del salón,
y estoy completamente torcido.

La ley innata. EXTREMODURO


El derribo

Fabricamos la casa desde la claraboya,
pero yo coloqué cristales transparentes a la luna,
mientras tú sólo pintabas estrellas en el papel de las paredes.

La cama con sábanas de algodón y la colcha de retales,
yo le puse el calor y los susurros
tú sólo una breve presencia.

Yo coloqué la escalera peldaño a peldaño
e imaginé las fotos y los marcos.
Siempre de subida.

Ni siquiera te paraste a mirar el jardín,
Nunca llegaste a plantar los cerezos.
Yo encendía la chimenea a diario,
Tú sólo buscabas mi calor y mi alegría.
Yo quería un hogar, la calidez, los niños.
Descolocaba los libros en los estantes,
secaba las rosas para las mesillas.
Armarios llenos de cosas bonitas,
vestidos que arrancabas en tus regresos.

Y las ventanas dejaban entrar la luz
y el par en par los sonidos del pueblo.
Pequeños pasos, juguetes rotos, cajas llenas.

Hay olor a sopa en la cocina.
Y tú no estás de paso.

Sara Diego


Vanesa

En el cuarto de SER hay un espejo. Donde Vanesa se pinta la raya del ojo y sus labios, huelen a fresa por el gloss. Hay un armario lleno de vestidos y diademas, con las puertas forradas de fotos de viajes y amigos. Los libros de medicina hoy descansan sobre el escritorio. Es sábado de sorpresas inesperadas tras la música y las cervezas en el bar. En la silla se amontona la ropa sucia, debajo tres pares de zapatos y el envoltorio de un donut. No hay gritos, salvo los que dan los niños que juegan en el parque frente a su ventana.

En el cuarto de ESTAR Vanesa permanece en cuclillas. Se abraza las piernas acurrucándose en un triste balanceo. Llora pegada contra la esquina, arropada por las faldillas de la mesa. Aun está puesto el mantel y el tomate se reseca dentro de los platos. Eso le preocupa, porque los gritos retumban aún en su cabeza. La televisión siempre encendida. El teléfono descolgado.

En el cuarto de PARECER hay un gran mueble con fotos de boda, gente sonriente junto a padres orgullosos y sus dos niños pequeños, siempre tristes, más en los retratos. Los sofás se dividen en bandos, pero disimulan cuando entran los vecinos. Vanesa sonríe como ha ensayado y cuenta lo que los demás quieren oír. El guion nunca cambia: el colegio de los niños, el trabajo tan duro que tiene Javier, la salud de sus padres, etc. Todos están contentos. Hay visitas esta tarde. No hay gritos.

Sara Diego


La casa de los sentidos

Ovillada sobre el colchón de lana me envuelvo entre las blancas sábanas bordadas de lienzo curado que, suave y perfumado, acaricia mi rostro. Callada, la claridad se cuela por la ventana de la alcoba hasta donde me llega el aroma profundo de los churros que la abuela ya comienza a freír para que me levante, con este despertar de los sentidos, sin la necesidad de ser llamada.

El agua fría me refresca la cara. Me miro en el espejo del lavabo y éste me sonríe, metido en ese antiguo tocador de madera tallada con su jofaina y aguamanil de cerámica. Miro las flores de la palangana mientras el asa del jarrón me lanza un guiño. Luego, tras soltar la toalla, me detengo en la bolsa de tela que siempre está colgada de un pequeño clavillo en la pared. ¡Cómo me gusta la bolsa de los peines! En su nombre, bordado finamente, se mezclan los múltiples azules de la caligrafía perfecta con las cadenetas, punto de espiga y bodoques con los que sutil y amorosamente la decoró la abuela.

En la cocina me siento en uno de los escaños de madera sobre cuyo respaldo danzan las yemas de mis dedos. A veces, cuando me tumbo en él, las almohadas vestidas de ganchillo tejido con estambres de colores me cuentan los secretos de las horas al calor de la lumbre.

El olor del café de puchero me despereza entera. Luego dejo el tazón en la pila del fregadero, de pizarra y granito, mientras pasean mis ojos por los vasares repletos de tacitas de porcelana, platos de otras generaciones y aquellos vasos de fino cristal pintado colocados allí, en lo más alto, para que nuestras pequeñas y torpes manos infantiles no tocaran. Antiguos como eran, esos preciosos vasos sólo salían a escena cuando los comensales iban en consonancia con el evento.

De la despensa lo que más me llamaba la atención era un inmenso arcón y la fresquera. Embutido, jamones, queso y piezas de caza eran los que más ocupaban este espacio.

De la sala de estar o comedor recuerdo esa mesa camilla con las faldillas ribeteadas con flecos, los tapetes y cobertores de ganchillo y la mesa escritorio del abuelo. Repleta de libros, la estantería de madera torneada dejaba su acomodo a la radio de entonces, que siempre me alegraba los oídos con el espacio radiofónico de “discos solicitados”.

Aún conservo en la casa de mis padres aquel reloj de péndulo al que semanalmente había y hay que darle cuerda.

El sobrao era mi lugar preferido en los resguardos. Me encantaba buscar y rebuscar en las pilas de cajas con libros viejos, desatar los fajos de periódicos del ABC que mi abuelo amontonaba, semana tras semana. Aquel olor a humedad y madera, a papel y bellotas avellanadas se hacían cómplices de mis juegos y ensoñaciones junto a la claraboya que lanzaba su luz a la cocina.

La casa de los sentidos se cierra con los recuerdos de aquellos intensos rojos, blancos, malvas, naranjas y amarillos de las malvas reales, alhelíes, geranios, rosales, claveles chinos…que regaba la abuela en aquel gran corral-jardín donde se entremezclaban colores, aromas y texturas con el tintinear de las campanas.

Sonsoles Palacios


La casa que habito

La casa que habito en el pueblo, está abierta a todos los que llegan por un gran jardín. Donde la naturaleza casi la invade.

Pienso en ella: Como la casa del sol, de las aves y de los árboles.
Y me siento: Como un huésped, que va a visitarles.

Para deleitarme con la flauta que tiene el mirlo en su garganta,
con el sol y sombra que me proporcionan sus grandes árboles,
con el movimiento danzante de sus hojas que a la vez parecen que canten. 

Canción de arrullo, para que descanse.
Como me cantaba mi madre.
Veo crecer los renuevos, que en la primavera nacieron. Hay explosión de colores, por todas partes.
Los lirios, malvas y amarillos y en las macetas colgantes.
El embriagador olor de la madreselva.

Allí está también mi perro fiel; que me sigue a todas partes.
En verano, prácticamente nuestra vida, transcurre afuera.
Me gusta reunir a amigos y familiares, en torno a la mesa.
Con la vía láctea sobre nuestras cabezas.
Mientras cenamos o charlamos, vemos surcar en el cielo las estrellas.
Que dejan fugaces estelas

La casa (la que está adentro. Como útero materno) Cuando entras te ciega.
Como si a través del umbral de la puerta, pasarás de la luz, a las tinieblas.

Sólo estamos parte de la noche en ella.
Cuando se ha disipado la penumbra en la que dormía la siesta.

Es entonces cuando nos acoge (después de franquear su porche)
Lo que más destaca en ella, es su gran chimenea, que cuando en invierno se enciende, entonces ...
ella despierta y no te echa afuera.

Se vuelve cálida y entrañable ¡Como una madre!

Carmen Alonso


La casa donde nací y pasé mi infancia y juventud

Nada más pasar el umbral, al empujar una puerta dividida a la mitad, te sorprendía siempre su olor, auténtico calendario para indicarnos el paso del tiempo, rompiendo así su monotonía.

El portal, estancia demasiado grande para distribuir los demás espacios, solo se utilizaba ante la llegada de invitados allende el territorio huertano, el escaño, el palanganero, pequeño cuarto de baño, una gran mesa para dar la comida a los trabajadores en la época de la trilla… estaban siempre de exposición.

Comunicaba con la despensa, donde el arca atesoraba la matanza, supermercado de la casa para sobrevivir la mayor parte del año, junto a ella la gran tinaja de barro con su correspondiente jarro para sacar el agua. La sala para celebrar los grandes acontecimientos, que por lo general casi nunca ocurrían, estando casi siempre fría y desangelada. Menos mal que llegó la televisión y a partir de entonces había horas que tenía compañía. Al fondo las alcobas con las camas.

La puerta de enfrente conducía a la cocina, la estancia todoterreno de la casa, todo pasaba por allí, la lumbre baja siempre encendida con los pucheros en la chapa, el pote del agua caliente, las llares colgando de la chimenea para ser utilizadas en cualquier momento. El escaño, el aparador para los utensilios de la cocina, tajuelas y sillas, era todo su mobiliario. La pequeña ventana al oeste marcaba claramente las estaciones.

Una de sus puertas te llevaba al dormitorio, donde las camas de las alcobas te acogían con los brazos abiertos. En invierno meterte en la cama era un trabajo lento, hecho a plazos, ganando poco a poco el espacio helado de las sábanas. Al levantarte lo mismo costaba salir, desprenderse del calor acumulado durante la noche y toparte con el frío helador de la habitación era muy duro La otra puerta te llevaba al desván y los chiqueros del ganado, espacios con gran recorrido para encajarlos aquí.

Casa de puertas abiertas, solo se le echaba la aldaba por las noches y en invierno para frenar al frío e impedir que se marchase el poco calor que en ella habitaba. Tan sólo se candaba los martes, día de mercado, cuando toda la familia desaparecía por unas horas. Su única llave colocada en el tejado del gallinero esperaba al primero que llegase. Si había problemas con ella, siempre estaba la puerta de emergencia, saltar la puerta del corral y con paciencia y astucia conseguir descerrojar el cerrojo de la puerta de chiqueros.

Casa almacén, casa estudio, casa de todos y de nadie, casa humilde, donde el calor humano era su principal mobiliario, casa por donde las estaciones iban girando acompasadas con sus olores de marca: los membrillos ambientadores naturales nos anunciaban el comienzo del curso y del otoño, el pimentón y otras especias junto con las tripas que la matanza estaba a punto de caer. El olor de los embutidos era el olor que más tiempo llenaba la casa, los techos adornados hasta bien entrada la primavera, cuando los jamones ya se podían guardar en el arca.

Olor a aceite de oliva de la sierra de Gata, a fruta recién cogida del árbol, a harina de trigo recién molida, a pan reciente, a flores de espino colocadas en un jarrón , a gazpacho debajo de la cama, a flan de días especiales, a perronillas y mantecados por carnaval, a alcohol y boticas después de la visita del médico, a jabón recién hecho, todos los olores rompían la monotonía de los olores a rancho y humo, que desde la cocina diariamente se extendían por la casa.

Así era mi casa donde nací y pasé mi niñez y juventud, espacios por los que me atrevería moverme con los ojos cerrados, sin miedo a golpearme contra puertas y paredes.

El año pasado regresé a la casa, comprobé que ha sufrido tantas amputaciones e implantes de mal gusto en el exterior, que me fue difícil reconocerla.

Antonio Castaño Moreno


La dureza de la soledad
(Hombre que se dirige a la ventana a bajar la persiana)

Llevaba ya demasiadas horas de vida el día, había que ponerle de alguna forma fin anticipadamente, así que un día más, comenzó a poner en marcha su mecánica diaria. Hacía mucho tiempo que vivía solo, la soledad le llevó a convertirse en un maniático muy disciplinado, para no caer en la rutina y abandonarse mental y físicamente.

Pero esa disciplina, después de tantos años, se fue haciendo mecánica, es así como vemos a nuestro solitario huésped llegar al salón y colocar lo que no está descolocado, dirigirse fijamente hacia la ventana sin asomarse a mirar tras ella la luz, el bullicio de la calle, que tal vez tanto necesitase para sentir que la vida se mueve a sus pies.

Aprieta mecánicamente el interruptor de la persiana, al que trata con esmero, con la mirada fija en él. Se le ve disfrutando de su caída. “Un día más prueba superada”, se intuye que pasa por su cabeza.

La noche todo lo oculta, quizás también su terrible soledad.

Antonio Castaño Moreno

domingo, 8 de enero de 2017

Un as en la manga

En la última sesión del año montamos una timba en los locales de la Asociación ZOES.
La sesión del taller estuvo dedicada a las cartas, de ahí el título "Un as en la manga". Francisco de Quevedo, invitado a la partida, nos regaló unos versos del todo oportunos: "Este mundo es juego de bazas / que solo el que roba, triunfa y manda".
Hablamos del libro de Carles Cano "Cartes" y de diferentes poemas visuales de Joan Brossa, Chema Madoz y García de Marina.




Pero también hablamos del trabajo "La sota tuna. Los naipes como procedimiento de creación literaria y representación del caos" de Carlos González Sanz (Instituto Aragonés de Antropología) donde encontramos un romance que nos permite contar una historia con las figuras de la baraja española, así como la historia de "La baraja del soldado".
Disfrutamos, a continuación, con algunos poemas relativos a las cartas, como el que Pablo Neruda tituló "A la baraja":

Sólo seis oros,
siete
copas, tengo.

Y una ventana de agua.

Una sota andulante,
y un caballo marino
con espada.

Una reina bravía
de pelo sanguinario
y de manos doradas.

Ahora que me digan
qué juego, qué adelanto,
qué pongo, qué retiro,
si naipes navegantes,
si solitarias copas,
si la reina o la espada.

Que alguien mire y me diga,
mire el juego del tiempo,
las horas de la vida,
las cartas del silencio,
la sombra y sus designios,
y me diga qué juego
para seguir perdiendo.


Recordamos el trabajo que Leopoldo María Panero hizo en "El tarot del inconsciente anónimo" publicado por Valdemar. Y jugamos una partida con el "Juego de cartas" de Max Aub, una novela baraja de la que estudiosos como Julio Borrego Nieto, Jesús Fernández González, Luis Santos Río y Ricardo Senabre afirman en el libro "Cuestiones de actualidad en la Lengua Española" (Ediciones Universidad de Salamanca):

Pero existe un espléndido ejemplo de “novela interactiva” avant la lettre, anterior al desarrollo y la pujanza del orbe informático: Juego de cartas, de Max Aub, publicada hacia 1964. La obra se presenta como un conjunto de 104 cartas contenidas en un estuche de cartón. Carta tiene aquí el doble valor de “naipe” y “misiva”, porque, en efecto, cada carta “naipe” tiene al dorso una carta “misiva”. Es una novela epistolar acerca Máximo Ballesteros, muerto en circunstancias poco claras. Algunos autores de la cartas piensan que se ha suicidado; otros sospechan que ha muerto a manos de su mujer por un asunto de celos; el médico estima que se trata de un fallecimiento por trombosis. Los puntos de vista de los distintos firmantes acerca de Máximo Ballesteros difieren hasta extremos inconcebibles. Como se trata de un juego (`conjunto`) de cartas (`misivas`), pero las cartas son también naipes, se puede jugar, y el autor ofrece las reglas. Según la disposición con que vayan saliendo y disponiéndose las cartas después de barajarlas y repartirlas, aparecerá una silueta diferente del muerto. También aquí se pone en tela de juicio el principio de autoría y se concede al destinatario un papel relevante en la interpretación del texto, al mismo tiempo que éste aparece como un encrucijada de lecturas posibles. El autor explica cómo deben repartirse los naipes y añade: “Puede variar el juego desde el principio dando dos o tres cartas, a gusto de los jugadores, con la seguridad de que el resultado será siempre diferente”. Y remata: “Gana el que adivine quién fue Máximo Ballesteros”. Pero nadie ganará, porque la realidad es caleidoscópica y huidiza; o mejor, hay tantas realidades como perspectivas.



Dejamos aquí por último una baraja de poesía visual contra la violencia de género ilustrada por Edu Barbero:






Propuesta de escritura

En esta ocasión la propuesta de escritura fue doble. Así cada cual elige a qué le apetece más jugar:

1. Escribe un texto relacionado con alguna carta o algún palo de la baraja. También puedes mezclar diferentes figuras en una historia.
2. Imagina una timba de cartas que reúne a un grupo de gente. Las apuestas en la partida son importantes. Unos ganan y otros pierden. Pero no sólo se pierde la partida. Hay quien pierde la dignidad, quien pierde una joya de valor, un coche, una casa, una familia. Cuenta las circunstancias de un perdedor.


La sota de bastos

Desde mi lejana infancia, cuando casi era una obligación jugar una partida de cuernos con mis abuelos antes de irnos a dormir, la sota de bastos era la carta más misteriosa de la baraja. Su mirada perdida, un tanto retorcida hacia la derecha, el basto agarrado con la mano, listo para endilgar un mamporro al menos pintado, me producían cierta admiración .

Nombre femenino para un paje masculino, medias con la bandera de España y falda plisada muy ajustada a un cuerpo diez, capa a medio caer para poder mostrar su traje perfecto, rematado por un casco coronado por dos alas altaneras.

La recuerdo en sueños, abriendo la puerta para colarse en el cuarto donde sobre la mesa camilla nos pasábamos las 40 cartas de la baraja con el fin de rematar la jornada, para que poco a poco el sueño fuese haciendo mella en todos, especialmente en los mayores, vamos que era el orfidal de los años 60.

Es la sota de bastos la más ecologista y cercana de las cuatro, lejos de la prepotente de oros luciendo altanera su riqueza, la de copas muy dada a empinar el codo y la de espadas dispuesta en cualquier momento a la pelea con armas.

Antonio Castaño


El perdedor

A pesar de que era una persona muy trabajadora y responsable, no podía pasarse sin echar diariamente su partida de cartas con los amigos en el bar de la esquina. Hacía auténticos malabares organizativo-familiares, para sacarle un tiempo a la sobremesa y acudir puntualmente a su cita antes de continuar la jornada laboral vespertina.

Pero lo que en un principio era un hobby, con el paso del tiempo, se transformó en un vicio, donde poco a poco comenzó a correr el dinero, donde los primeros juegos inocentes de cartas dieron paso a otros donde el dinero era pieza fundamental del juego.

Ya no le bastaba con el rato de la sobremesa, ahora intentaba sacar huecos a su tiempo laboral y de ocio, para jugarse tanto el dinero que tenía como el que le hacía falta.

Sus ilusiones ganadoras, se fueron poco a poco truncando, aumentando sus pérdidas a velocidades demasiado vertiginosas, que provocaban con frecuencia agujeros en su vida diaria cada vez más difíciles de tapar a base de mentiras y entuertos.

Como suele pasar en las presas, si no se consigue taponar el agujero va creciendo, a nuestro personaje le fue creciendo la angustia, la ansiedad, hasta que una noche, bien entrada la madrugada , al salir de la sala de juego, habiendo perdido la poca dignidad que le quedaba, enfiló el camino hacia el río, donde puso fin a su sinvivir, tirándose al agua, apareciéndosele en el último momento la carta que toda la noche estuvo esperando.

Antonio Castaño


El Chirlindrín
Juego de cartas al amor del brasero

Sentados alrededor de la mesa camilla con los pies al brasero, juntos y muy apretaditos, abuelos, padres y nietos pasaban las festivas y frías tardes invernales jugando al Chirlindrín.

En la cocina flotaba la admiración y el asombro infantil ante los trucos de magia que les hacía el abuelo con la vieja baraja de Heraclio Fournier.

De entre los numerosos juegos era el del Chirlindrín el que más les gustaba. Repartidas las cartas y sin poder mirarlas, cada uno iba tirando boca arriba y en orden correlativo a como estaban acomodados: As, Dos, Tres, Cuatro…Atentos y expectantes, con los ojos bien fijos en el naipe, cada uno esperaba que su carta no fuera la que ordinalmente correspondía. De ser así, si el siguiente seguía con la suya era él quien cargaba con todo aquel montón, comenzando de nuevo entre risas, entusiasmo y nerviosismo. Aquellos que conseguían desprenderse de todas sus cartas se libraban con ello de ser el destinatario de toda la retahíla de dichos, pellizcos, cosquillas y palmotazos que caían sobre el que finalmente acababa teniendo en sus manos la baraja completa. Una oportunidad podía aún librarle de las “pitiminadas” y los pequeños palmoteos en piernas, brazos, culo y espalda. Para ello tenía que adivinar las dos cartas que uno de los jugadores dejaba asomar, una por arriba y otra por abajo, de entre las cuarenta.

La emoción se mascaba en el ambiente.

- Copas por arriba (era el cinco) y espadas por abajo (era el caballo).

Solía ser difícil librarse de tan inocente paliza. Con voz dudosa el otro respondía:

- La sota de copas. ¡No! Ja, ja, ja, ja, ja…
- El dos de espadas. ¡Tampoco! ¡Te damos el Chirlindrín!

¿Hasta qué carta pides? – Hasta el As de Oros.

Acomodándose encima de la mesa, o sobre las rodillas de alguno de los mayores, comenzaba la lluvia de golpecitos sobre el perdedor. Sin mirar las cartas se iban sacando, una por una, hasta llegar a la que el sufridor había elegido. Cuando esa carta aparecía, tenía que arrebatar las que quedaban al que tenía la baraja en sus manos. Solía ser casi imposible seguir dándole el resto al otro, pues sólo asomar dicha carta, éste se desprendía del pequeño montón como si las cartas quemaran cual tizón del brasero.

- As: ¡Una pitiminada.! (Pequeño tirón de pelo en la zona de las sienes o patillas).
- Dos: ¡Ooos! ( Se levantaban las manos sin poder acercarlas al “reo”).
- Tres: “Tres terrestre, a la puerta llaman. Sal a ver quién es. Es tu novio-a , que te viene a ver, con la pandereta y el almirez. ¡Que retumbe bien!.”
- Cuatro: ¡Un sopapo!
- Cinco: ¡Un pellizco!
- Seis: ¡No deis!
- Siete: ¡Un cachete!
- Sota: “Sota, marota, no cagues a mi puerta, que está mi abuela mala y no gana “pa” escobetas.
- Caballo: “Caballo, caballero, con capa y con sombrero. Cuenta las estrellas que hay en el cielo y un lucero.”
- Rey: “Rey reinando por las montañas, tirando pedos en una caña. Tantos se tiró, que reventó.”

Y así, las noches dominicales del invierno, esta era una hermosa manera de disfrutar, aprender, compartir y crecer entre mimos y carantoñas, retahílas y juegos que hacían de nuestra infancia la etapa más feliz de nuestra vida.

Sonsoles Palacios V.

Por los pelos

En la quinta sesión del taller de escritura llegamos por los pelos y allí nos presentamos, recién salidos de la peluquería para hablar de vellos y cabellos y lucir permanentes, cardados, tirabuzones y melenas al viento.

Comenzamos nuestro repertorio de textos en Garcilaso y acabamos con la Microlocas y su magnífico libro "Pelos". Para los que no os vimos el pelo aquí tenéis un extracto del libro. Disfrutadlo.
¿Que quién más nos acompañó el lunes en el salón de belleza? Pues Lope de Vega, Miguel Hernández y Pablo Neruda. Y Aurora Guerra, poeta y dermatóloga, de la que comentamos con pelos y señales su artículo "La alopecia en la literatura".



Y cómo no, hablamos de la película de Patrice Leconte "El marido de la peluquera". Yo mismo me confesé alma gemela de Antoine aunque conmigo no viva ninguna peluquera.

Incluímos en la ficha de trabajo el soneto XXIII de Garcilaso. En él hay un endecasílabo digno de un buen spot publicitario. Así lo afirma Juan Antonio González Iglesias en su artículo "Salicio vive en el tercero izquierda": "«El cabello... / que el viento mueve, esparce y desordena». Breve y bello como un anuncio de champú, este endecasílabo nos trae muchas cosas. Es el carpe diem de Horacio y el collige, virgo, rosas de Ausonio transmutados en soneto perfecto (En tanto que de rosa y azucena). Es la iconografía de la mujer renacentista, emblema de humanidad, tan visible como en la Venus de Botticelli (contemporáneo de nuestro poeta). Superando a la pintura, la cámara poética saca tres instantáneas del cabello que amamos (mueve / esparce / desordena) y las pone en acción. Y atentos: en una gradación ascendente, el desorden es lo más valorado. Que estemos hablando de estética (y hasta de cabello) no le quita ninguna importancia, más bien al contrario (en el fondo estamos hablando de moral). El desorden es bello como la arruga es bella. ¿Cultura visual? Intensidad de spot, fuerza de corto, eso hay que pedirle al soneto."

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, ante que el tiempo aireado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudara la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre


Miguel Hernández nos ofreció el texto en el que se refiere al caracolillo que tenía en el pelo Josefina Manresa:

Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio;            
ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo.
           
¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo,
dando del viento claro un negro indicio,            
enmienda de marfil y de artificio
ser de tu capilar borrasca anhelo.
           
No tienes más quehacer que ser hermosa,
ni tengo más festejo que mirarte,            
alrededor girando de tu esfera.

Satélite de ti, no hago otra cosa,
si no es una labor de recordarte.            
-¡Date presa de amor, mi carcelera!

Y por último, Pablo Neruda nos confesó en secreto que le hubiera gustado ser nuestro peluquero, bueno, de una mujer, en realidad:

ME FALTA tiempo para celebrar tus cabellos.
Uno por uno debo contarlos y alabarlos:
otros amantes quieren vivir con ciertos ojos,
yo sólo quiero ser tu peluquero.
En Italia te bautizaron Medusa
por la encrespada y alta luz de tu cabellera.
Yo te llamo chascona mía y enmarañada:
mi corazón conoce las puertas de tu pelo.
Cuando tú te extravíes en tus propios cabellos,
no me olvides, acuérdate que te amo,
no me dejes perdido ir sin tu cabellera
por el mundo sombrío de todos los caminos
que sólo tiene sombra, transitorios dolores,
hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.

Pasamos al secador y nos llevamos de lectura algunos microrrelatos de "Pelos" y el inicio de la película El marido de la peluquera:

Consulté con la almohada y me casé con el hombre adecuado. Dejé que escogiera mis amigos, el nombre de mi hija, mi amante. Seguí sus consejos hasta que anoche, cuando le pregunté de qué color teñirme el pelo, me dijo “blanco”. Soy joven, y más que un tinte, necesito otra almohada. En mi cabeza brota una cana.

"Consejos". Teresa Serván

La barca de Carlos Frontera
Tu barba se cree ingobernable. La simple cercanía de mi mano la violenta. Dentro, algo se mueve. Los pelos se tornan púas e intentan herirme cuando, amablemente, acerco la cuchilla. Ya es tarde. Ahora, sobre tu barba, gobierno yo.

"La barca de Carlos Frontera". Isabel Wagemann

Recogido para la horca, pelucón para la guillotina, desfilado para la cruz. Para la hoguera, cardado; para el gas, volumen; permanente en la electrocución. Si te lapidan, algo sin complicaciones; si te fusilan, flequillo con movimiento. Recuerda: inmersión con efecto mojado. Recuerda: veneno con mechas de color azul. Si asfixia, trenzas; si desmembramiento, corte asimétrico. Si vienes tú, descabellada.

"Peinados para la muerte". Isabel González

“Cabellos de fuego líquido, melena carmesí, bucles rojos como las brasas de tu m irada, mataría por acariciar tu melena, sirena del Averno, diosa vikinga, ojalá pueda morir aspirando el dulce perfume de tu pelo ardiente”. El estudiante rebelde estruja el papel que ha estado escribiendo, hace una pelota y lo lanza a la cabeza de la pelirroja de la primera fila gritando “¡Empollona zanahoria!” y sintiendo un profundo e inconfesable agujero de tristeza en el estómago.

"Adolescencia". Eva Díaz Riobello







Propuesta de escritura

Gloria Trevi debía de tener alguna fijación (que no fijador) con el pelo. ¿Recuerdan las canciones “A mí me gusta andar de pelo suelto” y “Me solté el cabello”? 
No le gustaban un pelo la cola de caballo ni las trenzas, está claro.
A ti no te va a quedar más remedio que cogerle gusto al pelo pues te proponemos escribir un texto a partir de las expresiones:

- Por los pelos
- Así nos luce el pelo
- De medio pelo
- Pelillos a la mar
- Echar una cana al aire
- Hasta los pelos
- Pelos de bruja
- A pelo
- Ni un pelo de tonto
- No tener pelos en la lengua
- No verle el pelo
- Pelos de punta
- Soltarse el pelo
- Tomar el pelo
- Donde hay pelo hay alegría


Y aquí tenemos algunos textos recibidos:


Pelillos a la mar
Durante mi infancia, con el fin de poder asistir a la escuela, mi tutela estuvo compartida con mis abuelos de lunes a sábado. Convivía con ellos en una casa centenaria, casi como ellos. En el viejo retrete, ganado a la larga galería, siempre había pelos. Estos estaban enredados en una peina, extraño peine convexo, con el que ella se estiraba su larga cabellera antes de hacerse su perfecto moño y él intentando tapar como podía su extensa calva.

Por hache o por be, siempre los dientes de la peina tenían enredados cabellos de los abuelos, quizás fuera el método de reconciliación que habían establecido para solventar las triviales disputas del día a día, después de tantos años de convivencia.

Largo viaje le esperaba a esos pelos enredados, que a través de las alcantarillas terminarían alcanzando el mar, ya que entonces no existían las depuradoras. Es curioso, que ellos que nunca fueron al mar, sí lo hicieron sus pelillos trenzados, dispuestos a vivir aventuras que ellos seguro más de una vez soñaron. Me imagino esos pelos canosos, formando la cabellera para disfrazarse algún que otro delfín juguetón.

Pelillos a la mar de mis abuelos, resistirán muchos años las embestidas del oleaje, viajando sin rumbo, no en balde crecieron en cabezas bien amuebladas.

Antonio Castaño

Por los pelos

Urs, Fue Reina Bizantina, allá en las estepas habitadas por tribus barbaras.

Urs, tenia la melena más larga y frondosa, que ningún otro de los merovingios, y más rubio, que todas las princesas rubias. Su cabello, leonado (salvaje ) lanzaba destellos de oro, revoloteando al viento

A la muerte del rey, el pueblo proclamaba al trono (que en aquellos tiempos no se heredaba) a la persona que por la cantidad de pelo que luciese su cabellera y ella salio vencedora. Porque otorgaban a esto gran importancia que sin él, perdían su poder . Denotaba : fuerza, valentía y conexión con la luz estelar del sol, luna y estrellas con lo cual se imbuía con el hálito Divino.

M. Carmen Alonso Huerta

Desmelenada
Aquella mañana, al mirarse al espejo, exclamó: ¡Estoy hasta los pelos! Decidida a desmelenarse destrenzó su cabello color cereza. Siempre fue una mujer sin un pelo de tonta pero ahora, con su mediana edad, comenzaba a tener cansada la cordura. Teñida la melena de un azul luminoso, cambió la calva marital por los castaños rizos de su joven amante.

Llegaba por los pelos a sus citas furtivas con los engominados y los bucles.

A Manuel no volvió a verle el pelo.

Ahora ella peina canas pero sigue encontrando un rizo en cada almohada.

Sonsoles Palacios V.

La farmacia de las palabras

Está probado científica y literariamente que las palabras tienen un valor terapéutico extraordinario y provocan toda suerte de efectos secundarios. Los estados son muy variados, desde la irritabilidad cuando son de tintes oscuros o la pasión cuando contienen un concentrado alto de emoción.



Abrimos la puerta de nuestra botica de las palabras de la mano de José Mercé, quien hace años aceptó el reto de cantar el prospecto del Bisolvon en un programa "Crónicas marcianas".
Aquí está ese momento:




Pablo Neruda se encargó de pasearnos por una farmacia con su "Oda a la farmacia", un delicioso texto lleno de olores, sensaciones y texturas.
Pero Javier Marías nos devolvió con su artículo a la triste realidad de los medicamentos y sus efectos adversos, auténtica literatura de terror.

El poeta danés Morten Sondergaard nos prescribió su botiquín de palabras de urgencia. Aquí dejamos información sobre su proyecto "Wordpharmacy"

Transcribimos, por último, el poema "Vademecum" para que calibren el número de medicamentos que han formado parte de su historia clínica:

Ardine, Alugelibys, Aspirina,
Ornade, Frenadol, Polaramine,
Feldene, Mucorama, Betadine,
Bio-Hubber, Oralsone, Buscapina,

Prozac, Celestoderm, Maxicilina,
Septrín, Cefalexgobens, Augmentine,
Saldeva, Ferromorgens, Oraldine,
Vaspit, Oftalmolosa, Biodramina,

Isdinium, Hibitane, Nolotil,
Fluidasa, Termalgin, Rinofrenal,
Orudis, Tanakene, Clamoxyl.

Adiro, Conductasa, Senioral,
Profer, Optalidón, Gelocatil,
Zantac, Aureomicina y Hemoal.


La tarea propuesta fue doble

1. En el taller: Elige alguno de los fármacos de la ficha adjunta e inventa su prospecto siguiendo los modelos expuestos en la sesión.


2. Para casa: Escribe un texto donde tenga una presencia justificada el fármaco que elegiste. También puedes escribir un texto, más abierto, relacionado con las farmacias.



Y estos son algunos de los trabajos recibidos:


KELEDEN, 30 mg comprimidos
Prospecto: información para el usuario

1.-KELEDEN es un medicamento que se presenta en comprimidos, fabricados a partir del principio activo keledennina, que activa la parte del cerebro kele afectan demasiado las vicisitudes del día a día. Gracias a la keledennina, extracto del keledon, se logra que los estímulos que llegan al cerebro con el “kele”, logren captar el radical “den”, logrando a los pocos días de su ingesta evitar los pacientes el martirio del kele negativo.

2.-Antes de tomar KELEDEN has de tener en cuenta que no podrás hacerlo si conduces autobuses, trenes y sobre todo aviones, pues en un momento puedes dejar de tomar decisiones que conllevan el control de una máquina. Tampoco es recomendable en la época de la matanza, pues como es obvio agotarías pronto las morcillas. Ni que decir tiene que es incompatible para los homosexuales, por su sentido peyorativo.

3.-Debe tomarse en ayunas, justo nada más levantarse, con el fin de que la keledennina consiga fijarse en la parte del cerebro aún adormecido, evitando desde el primer momento la entrada de pensamientos negativos que posteriormente se puedan rumiar. Se ha comprobado que tomarlo dos horas antes de empezar la jornada laboral, aumenta su eficacia resbaladora de los problemas.

Posología: 1 comprimido de 30 mg al día. Beber después un vaso de agua.

4.- Se ha comprobado que su consumo abusivo, puede provocar pasotismo exagerado, que en algunas profesiones puede llegar a plantear situaciones conflictivas.

No está recomendando en madres que amamantan a sus hijos, debido a que puede llegar a abandonar sus deberes maternales.

5.-Se debe conservar en sitio fresco, alejados de los niños, pues su ingesta por ellos puede provocar una keledenniosis vírica, dejándolos sin respuestas ante la tarea a realizar, especialmente si son tareas escolares.

6.-KELEDEN, es un fármaco fabricado por los laboratorios RESBÁLAMETODO, que se puede adquirir en las farmacias, sin receta; pero eso sí, llevando una cara de haber acumulado demasiadas preocupaciones.

* * *

Con la mochila a cuestas
(Paciente necesitado de keleden)

Siempre iba trabajar con su mochila colgada a la espalda. Aparte de ser un instrumento muy útil logísticamente, también la utilizaba de una forma metafórica para ir guardando lo bueno y lo malo que recogía en su jornada laboral.

Durante mucho tiempo, metía en su mochila muchas más sensaciones y experiencias positivas que negativas, por lo que apenas se planteaba que tuviera que hacer limpieza en su mochila. Con la llegada de la informática a la oficina, los problemas empezaron a aumentar, el trabajo dejó su lado humano, enfriándose las relaciones entre clientes y compañeros, siendo un campo de cultivo para la conflictividad.

A partir de ese momento, raro era el día que no salía del trabajo con la mochila cargada negativamente. A pesar de que intentaba vaciarla antes de llegar a casa, comprobó que era imposible limpiarla del todo, por lo que al salir de casa para ir a trabajar ya se llevaba una carga negativa.

A pesar de que no le gustaba recurrir a la medicina y los medicamentos, era tal su desesperación por no poder frenar el peso negativo de su mochila, que un día al regresar del trabajo, entró en una farmacia. Era uno de los pocos establecimientos antiguos que quedaban en el barrio, Aún conservaba las estanterías talladas de madera, donde estaban los tarros de cristal de los que salían aromas que te llevaban a tiempos menos agobiantes que los de ahora.

La farmacéutica, una señora bastante mayor, ¡cómo lo vería al entrar!, que rápidamente le dijo:

-Ud necesita Keleden más que el comer. Solo hay que verle la cara, trae tantos problemas del trabajo, que hasta le pesa su mochila. Es un paciente 10 para tomar Keleden. Verá cómo enseguida notará que los problemas le resbalan, terminará diciendo a clientes y compañeros, keleden….pudiendo añadir lo que prefiera a su gusto.

No tuvo otra alternativa, que comenzar al día siguiente el tratamiento, pues su situación era límite.

Como dijo la farmacéutica, pronto empezó a notar mejoría, los problemas, las preocupaciones no se alojaban en el cerebro, ni conseguía almacenarlas en la mochila.

Desde entonces, siempre llevó sus comprimidos de keleden en su mochila.

Antonio Castaño


Fórmula magistral

FÓRMULA MAGISTRAL: del doctor tiempo (Cronos) del que dicen lo cura todo, pero mientras este llega... tomar una pastilla al día, para la aflicción del corazón, que anhela un suspiro en cada latido.

ACTÚA: Enlenteciendo su ritmo. Desbocado por el fustigamiento, que aveces causa la vida. Frenando las riendas para no llegar a la perdición

PRINCIPIO ACTIVO: frena-crono 1000 mg y tranqui-potrin Los demás componentes son: 3 pizcas de Esperazo-lím, un rayo de luz de la Aurora, 5 gotas del rocío de la mañana, que alivian la desazón y espirito-itis en clamor todo ello envuelto con el toque mágico de la ilusión.
***

La farmacia de Don Pascualín

La farmacia de Don Pascualín, está por allí...como perdida en Madrid, porque es muy pequeña la mandó construir así para no sentirse perdido en ella.
Porque Don Pascualín, es muy menudo de tamaño. Con deciros que el número de píe que gasta es un ¡treinta y cinco!
Tiene de todo eso sí un poco atiborrado.
Lo que más llama la atención es su colección de frascos con especies: raíces, hojas, tallos. De romero laurel salvia....Ocupan toda la estantería del frente.
Lo que más le gusta hacer son: Fórmulas Magistrales, coger su mortero y con su pilón y la formulación, triturar compuestos, que si un poquito de zinc que si un poquito de linimento de aceite, infusión de raíz, unos cuantos clavos de olor y luego mezclarlo todo con miel.
Cual mago, parece trabajando con sus pociones.
Le da forma de corazón rosado y tachán, lo tomas y estás curado.
Don Pascualín es pequeño de estatura, pero un gran hombre por su sabiduría y buen hacer.
Toda la gente del barrio le quiere mucho y aunque no necesiten nada; le van a ver.
Porque don Pascualin es muy menudo de tamaño, pero un gran hombre por su sabiduría y buen hacer

M. Carmen Alonso Huerta

Creameumplán Diadiafarm 500 mg.
Prospecto

Comprimidos Recubiertos EFG

1.- QUÉ ES CREAMEUMPLÁN 500 MG Y PARA QUÉ SE UTILIZA.

Creameumplán 500 mg es un estimulante anímico que contiene Creatividina cuyas propiedades están indicadas para el tratamiento de los estados de incertidumbre, falta de imaginación, positividad y deseo de inactividad..
Especialmente indicado en personas con poca originalidad y escasa capacidad creativa.

2.- ANTES DE TOMAR CREAMEUMPLÁN 500 MG COMPRIMIDOS.

- No tomar Craameumplán si es alérgico a los Viajes, el Teatro, los Museos, el Cine o la Naturaleza.
-Tenga especial cuidado con Creameumplán 500 MG si usted tiene miedo a salir de casa ya que la Creatividina produce resultados inmediatos aumentando el deseo de permanecer fuera del hogar durante la mayor parte del día.

3.- POSOLOGÍA.

Vía Oral.
Adultos. Tomar tres comprimidos al día según el lugar en el que se encuentre o la disposición horaria.
Niños. Dada la mayor capacidad de creatividad en los niños, la dosis recomendable es únicamente un comprimido diario nada más levantarse.

4.- POSIBLES EFECTOS SECUNDARIOS.

Ante la rápida eficacia del tratamiento sólo se han observado resultados como:
- Ha aumentado considerablemente el número de visitas y participación en todo tipo de Actividades Culturales.
- Las personas que parecían tener alergia al campo, el aire fresco y las bellas vistas, han sufrido una gran mejoría en su estado general de salud, mayor suavidad en la piel y desarrollo de todos sus sentidos.

5.- CONSERVACIÓN DEL MEDICAMENTO.

Creameumplán 500 Mg no sufre alteraciones según el grado de temperatura ambiental, por lo que, en adultos es recomendable llevar siempre un envase en el bolsillo.

6.- INFORMACIÓN ADICIONAL.

- No mantenga el medicamento fuera del alcance de los niños.
- Sólo crea adición en personas mayores de 15 años.

TITULAR Y FABRICANTE.

DIADIAFARM España, S.A. Diari-pharm-Fabrik
C/ Nuevas Ideas 34 D – 80123 Blaubeuren
28028 Madrid (Alemania)
(España)

***

Creameumplám
(Rebelión en la Farmacia)

Aquella mañana gélida y gris, Doña Codeína, con puntualidad británica, terminaba de abrir su estupenda farmacia. La fuerte helada de esa noche había obligado a todos los fármacos a permanecer más juntos y apretados que nunca. De pronto, algo llamó la atención de Doña Codeína haciéndole girar la cabeza hacia una de las estanterías, desde la que parecía oírse un ruido extraño. Cerró los ojos mientras lanzó un suspiro. Fue en ese momento cuando Estornudol,

uno de los jarabes, la miró fijamente mientras las cajas de Mentirosona lanzaban palabras inconexas. En otro de los estantes, Malolfatol, un inhalador nasal hacía muecas de asombro a sus compañeros Curiosodón y Risaytós. Todas las cápsulas recubiertas se lanzaron al suelo azuzadas por las más veteranas, Curiosidadeína y Aprendidina.

Doña Codeína enmudeció al ver que aquellos medicamentos habían cobrado vida y, como pequeños seres diminutos, correteaban hasta juntarse todos frente al expositor de Creameumplán, el nuevo fármaco. Él era el único culpable de todo lo que allí estaba pasando.

Sinceratína, una de las grajeas, expuso claramente a la farmacéutica el plan que había ideado el nuevo compañero. A partir de ese día su horario laboral sería de menos horas; también tenían derecho a disfrutar de tiempo libre.

Creameumplán, con sus innovaciones, había conseguido revolucionarlo todo: Farmacia, Fármacos y Clientes. Tan exitosos fueron sus resultados que Creameumplán pasó a ser el rey del medicamento.

Doña Codeína cambió de humor al ver cómo se incrementaban sus ventas de manera alarmante. Todos, mayores y pequeños, pasaron a ser fieles consumidores del tal fármaco.

Aquel lugar llegó a ser irreconocible en poco tiempo. El optimismo de sus gentes, su permanente sonrisa, sus ganas de crear y hacer miles de cosas diferentes, hicieron que tanto el Teatro como el Cine colgaran siempre su cartel de “Completo”. Se formó un Coro, una Escuela de Danza y se crearon nuevas Asociaciones, Museos, Exposiciones y un sinfín de Actividades al aire libre.

De todas partes acudían, diariamente, visitantes deseosos de disfrutar del senderismo, de las preciosas vistas que aquel lugar gozaba y de todo lo novedoso que allí se ofrecía.

Pasados un par de años les llegó la noticia de que el Laboratorio Diariafarm S.A. triplicaba el volumen de ventas del hasta entonces tan conocido aburrimiento.

Sonsoles Palacios V.

Escribir a diario

La tercera sesión del taller de ZOES la dedicamos a los diarios, esos lugares resguardados con llave, o sin ella, a los que confiamos nuestros secretos, nuestras desgracias, nuestros sentires.
¿Quién no ha dejado parte de su vida en un diario?
Tomamos como referencia dos libros espléndidos, ambos con forma de diario; uno duro, real como la vida y la muerte, descarnado, Diario de una enfermera, de Isla Correyero. El otro sólido, como el hormigón, lleno de vida, de rutina, de entrega, de oficio, de resignación, una vía de escape para dejar a un lado el mosaico de ladrillos y respirar mirando el horizonte, Diario de un albañil, de Santos Jiménez
Dejamos aquí varios ejemplos de ambos:

Diario de una enfermera



28 de septiembre de 1993

Inclino la cabeza para que nadie sepa que ya no soy
humana.
Debemos pasar inadvertidos.
Todos los enfermeros
provenimos de una raza
de autómatas.
Afuera, llueve sobre la Clínica.
Un polvo pegajoso, negro
y denso, cubre los coches
y los impermeables.
Dentro, cada gramo de antibiótico es aplicado con
indiferencia.
Un buscador de oro recorre
la zona de los mortuorios.
Los científicos vacían a los animales.
Ya no conozco a nadie que pueda ser humano.
¡Hay tanta muerte y tanto
olor a muerte!
Esta mañana han enterrado
a un mono y a un hombre…
Aquí sólo existe la lluvia negra de la muerte en los pasillos.


La ambulancia
15 de abril de 1994

Me han elegido para entrar en la muerte de una niña.
La ambulancia transcurre por la carretera con su memoria de meteorito. De Madrid a Gerona nos ganará la noche.
Yo controlo los brazos de la enferma desnuda y reviso el pliegue cabalístico y frágil de su garganta afónica.
El suero cae buscando la vena azul de su radiografía.
Brilla el oxígeno sobre mis guantes blancos y dibuja inscripciones en mi nariz poética.
El misterioso conductor nos mira desde el poniente imán de su espejo difuso.
Los cohes que cruzamos van vivos de miradas poderosas.
Se agradece la marcha vigilante que, de pronto, sobre el cristal central,
la nieve nos choca como un sueño.
Yo comienzo a temblar porque mi enferma me ha hecho una caricia sobrehumana.
Sus ojos de dolor de cuatro años están terriblemente abiertos y distintos.
Tengo su mano agonizante y fría sobre mi muslo tenso y absoluto.
Me pide a su mamá, su voz de agua: agua, agua.
Dieta absoluta son ya las lejanas órdenes del médico.
Agua y amor me pide la que muere.
De una bolsa de suero glucosado le doy a la privada criatura un sorbo,
un sorbo lento.
Traga,
traga,
mi amor,
mi amor,
mientras me acuesto a su lado
besándonos, me muere.
La ambulancia prosigue su camino hacia un lugar que no existe en el mundo.
La madre esperará cien noches, aterrada,
en la terraza.


Diario de un albañil (cuarta de cubierta)



Las horas
Catorce de enero

Amo algunas horas del día:
Las siete de la tarde,
la una cuarenta y cinco,
las doce menos veinte...
Amo el sábado entero
sin dejar de molestarle
ni un solo segundo
Con mi amor de adolescente;
las once de la mañana del domingo,
la una en punto de la madrugada.
Amo las horas mullidas de nieve
cuando la campana blanca
suena a odre repleto.
Las ocho y dieciséis
Escuchando a Morente,
las diez y veintiuno
sobrecogido de evidencia
ante don Antonio Machado.
Las once y nueve,
las nueves menos cuarto.
Amo las doce adormecido
en sus alas redondas y flotando
bajo un cielo de hielo.


Nombré con su nombre a la belleza
cuatro de enero
                                                                                     
¿Estaréis manchados desde el nacimiento
con el estigma del olvido,
polvorientos versos de obra,
de pie de obra y de mano,
de mano de obra barata?
¿Seréis capaces de llevar
escondida entre el yeso y los escombros
una brizna de belleza, sólo una
pura y  pálida candela?
¿Saldréis algún día de los restos
de papeles de estraza y luciréis
en papeles de china y verjurados?
¿O estaréis desde vuestro nacimiento
secos como arroyos extremeños?
Versos de pie de obra y amasados.


Tarea de escritura

La tarea propuesta consistió en escribir las anotaciones semanales de un diario. Pero poniéndose en la piel de un enterrador, de un asesino, de un astronauta, de un capitán de submarino, de un náufrago, de un loco, de un maltratador, de una mujer maltratada, de un refugiado, de un traficante de armas, de un jubilado, de un estafador, de una prostituta, de un traficante de niños...


Y estos son algunos de los trabajos enviados por los participantes en el taller:


Diario
28 de septiembre de 1966, domingo:
Hoy hace justo una semana que nos transladamos a este pueblo, yo y mi familia; Somos siete hermanos, soy la 4ª.Tengo ocho años en noviembre hago nueve.Me llamo´María,aunque me llaman Mari, soy justo la del medio.
Mis hermanos mayores no han venido porque están estudiando en colegios internos y de mis otros tres hermanos dos son muy pequeños; pero tengo al que va tras de mí; tiene siete años y es con el que juego, es muy simpático y ocurrente y no tiene ningún problema para relacionarse con la gente .
En está semana que llevamos, ya todos los del pueblo son amigos suyos.El va a la escuela de los chicos y yo a la de las chicas, que están en la plaza del pueblo .
Yo aún no he hecho ninguna amiga, soy un poco tímida y suelo estar metida en mi mundo (como dice mi madre fantaseando) Solo me saca de él mi hermano porque tiene ese poder de persuasión ¡nos arrastra nos entusiasma¡ a cada momento está inventado juegos y creando historias y las vive tan apasionadamente que es imposible no seguirle;

El lunes 21 de septiembre,(mi primer día de clase):

Mi madre, me acompañó a la escuela, iba muy contenta, agarrada de su mano, porque pocas veces se ocupa de mí, siempre está muy atareada con la casa y los pequeños
La maestra se llama Doña Isabel, me sonrió.Y habló con mi madre. Las niñas miraban por los cristales, cuando terminó la conversación, me dijo:¡vamos! Parece que la he caído bien. La escuela es nueva, recien estrenada. Me enseñó (Lo primero ) el cuarto de la caldera porque estaba muy contenta de que hubieran puesto calefacción, y después me mandó sentarme. Los pupitres son individuales y huelen a madera.¡me ha gustado la escuela, tan bonita ,tan nueva !pero pronto me he dado cuenta que las niñas que están en ella no van acorde con lo nuevo . Tienen ideas viejas.
Cuando hemos salido al recreo, las niñas rápidamente formaron un corro hablaban y me miraban, yo me acerque a ellas y como si ya lo hubieran pensado, al unísono me dieron la espalda. Me retiré y me apoyé en la pared, ellas me miraban y cuchicheaban. Me sentía muy avergonzada, deseando que saliera mi hermano al recreo, pero los chicos no salieron; (me he enterado que pocas veces coincidimos) Tampoco le vi al salir de la escuela,y me fui a casa, por la calle larga, triste y cabizbaja. Mi madre, estaba muy afanada con la comida y los pequeños y no me preguntó ni yo la conté nada porqué no quiero agobiarla.

El 22 de septiembre, martes: 

Fuí a la escuela un poco angustiada, pero a la vez esperanzada, de que tal vez sería mejor día, y me hablasen. Cuando llegué Doña Isabel, nos indico que nos pusiéramos en fila para entrar,en ese momento las sentí mas cercanas, pero solo ha sido por la proximidad física ninguna me ha hablado.
Llegó la hora del recreo y las chicas hicieron lo mismo, se arremolinaron, me miraban y hablaban yo esta vez no me acerqué y nada más salir me apoyé en la pared,esperando y deseando que los chicos salieran al recreo ¡pero tampoco salieron!
Por la tarde, como no tenemos clase, me fui con mi hermano a inspeccionar el pueblo. Detrás del corralón de la casa hay una era muy grande y muy verde por la que pasa un riachuelo y enfrente de la casa, tenemos una huerta ¡aquí si que hay cosas fantásticas!( Fué un antiguo jardín de unos condes, que mis abuelos compraron, junto con algunas tierras del pueblo, por este motivo hemos venido ) También están aquí familiares de mi padre, primos, que tienen muchos hijos, pero los mayores ahora tampoco están porque estudian fuera.Sí dos primas, de mi edad. Loli y Marisa, pero ellas no van a la escuela, tienen en casa a una profesora particular que es francesa, y apenas salen por el pueblo, viven en una casa muy grande, un antiguo palacete. La casa de mis padres, no es tan grade ni tan bonita, está situada entre estas y la de los obreros ! en medio! como yo, ni rica ni pobre, ni grande ni chica, como el lugar que ocupo en la familia y en este pueblo . Siento que no pertenezco a ninguna clase.

El 23 de septiembre, miércoles:
 

La maestra nos ha dado un catecismo nuevo a cada una de la clase, pues tocaba religión .Yo abrí el libro y me impresionó un dibujo, muy extraño ¡ un ojo dentro de un triangulo! Me he quedado como hipnotizada y al pasar la maestra por mi lado, temerosa de que las compañeras me dirigieran sus miradas, casi con un hilo de voz ,la he preguntado ¿Que es esto? Y me ha dicho : “que era Dios y el ojo que todo lo ve”.¡Me cuesta comprender!
La hora del recreo¡ la interminable media hora! Esta vez no me quedado pegada a la pared .No quería que se complacieran en mi soledad en mi aislamiento y como no conocía los atrases de la escuela me he ido a verlo. Por allí pasa el mismo riachuelo que el de la era, pensé... podía irme y hacer tiempo. He saltado el charco y al mirar de frente he visto a un chico , sentado en un monticulo de tierra, en el atrio de la iglesia, que está casi enfrente de la escuela y me he encaminado allí pensando que habían salido al recreo, miré y no les vi, y me senté a su lado. Este chico tenia unos 10 o 11 años, tampoco me dijo nada estaba cabizbajo con un palo en la mano y escarbaba la tierra y yo no me atrevía a mirarle me daba vergüenza, pero como tambien parecia estar sólo me quedé con el. Sacó algo del suelo y me habló. Dijo: “mira (alzandolo en la mano) esto es un hueso, una tibia” ensimismada, no dije nada y lo volvió a esconder y volvió a sacar otro“este es el húmero del brazo”y así estuvo todo el rato, enterrando y desenterrando. Sonó el silbato, para que entraramos en clase y ¡ salí corriendo!
Se lo conté a mi madre y me dijo que con eso no se jugaba, que allí estaba gente enterrada.
Por la tarde como no tenemos colegio, me he ido a la huerta es para mí ¡ el jardín de la fantasía! donde puedo esconderme, de tanta hostilidad, soñar y jugar.

24 de septiembre jueves: 

Doña Isabel, nada más llegar nos dijo a mí y a otra ¡vamos a encender la calefacción (aunque no hacia frío, creo que tambien porque se ha dado cuenta de que mis compañeras me han dejado de lado y dar lugar a integrarme) y cuando nos hemos quedado a solas las dos en el cuarto (un poco oscuro) me ha mirado y me ha dicho: “Mira no te hablamos porque tú no eres como nosotras, tu padre, tiene tierras y los nuestros son obreros” yo no dije nada me quede tan sorprendida y a la vez aliviada, al menos se que hay una razón.
Siento que estoy en tierra de nadie .Unos porque son muy ricos y viven en su mundo de donde apenas salen y otros porque tienen perjuicios.
Cuando salimos al recreo, las observe un momento y sentí un poco de pena por ellas.También me quedé mirando al chico, que escarba y saca los huesos y me acerqué y esta vez si me atreví a hablarle , y le dije: Me ha dicho mi madre que con esto no se juega.Y me fui a dar una vuelta por el pueblo.

25 de septiembre, viernes: 

¡Por fin, salieron los chicos! Mi hermano, corriendo y tras de él sus compañeros.
Yo estaba otra vez... apoyada en la pared. Él subido ya en una tapia y los otros intentado subir, me vio, se bajo y vino hacia mí, y me dijo !ven¡ Salté la tapia y jugamos a ver quien corría más y llegaba primero, dando la vuelta al pueblo. Llegué yo la primera y entonces los chicos me alzaron al vuelo. Las chicas miraban perplejas de que jugara con ellos.¡que bien lo pasé. Me gustaría ser chico! para estar en la escuela con ellos, aunque su escuela sea fría y vieja, por que ellos no piensan igual que las chicas, de este pueblo, ñoñas, aburridas y llenas de complejos.

27 de septiembre, sábado: 

Que bien hoy no tenia que ir a la escuela!
Me fui a la huerta, a pasar el rato. No tenia con quien estar. No encontraba a mi hermano.
Mi padre se reunió con sus amigos, que vienen los sábados por la tarde, montan en una habitación el equipo y desde allí emiten su programa de radio.
Mi madre, aprovechando la ocasión ha cogido a escondidas un libro del armario de mi padre que tiene bajo llave y con sigilo se ha ido a esconder para poder leer¡ por que no hay nada que la guste mas a mi madre! ella tiene sus libros guardados en un baúl, como si de un tesoro se tratase. Pero tiene gran curiosidad por los que esconde mi padre.
Mis hermanos pequeños están dormidos
Mis primas, están recluidas en su palacio
Las niñas del pueblo ,no se, creo que cosen por las tardes
¡Ay! Vago solitaria cual ave, por estos lares. Descubriendo sus misterios .Oteando el paisaje desde el puente colgante.

M. Carmen Alonso Huerta

Diario de un enterrador

Día 14 de noviembre de 2016 

La gente se muere los fines de semana, pero los curas cumplen a rajatabla el mandamiento de la Santa Madre Iglesia, y aquí nos vemos los lunes con la resaca del finde.
Tres entierros en un día, demasiados para un pueblo en el que muchos están viendo ya pasar la vida.
Si abrir tumbas es duro, hacerlo para personas jóvenes, es especialmente duro. A veces, los lunes son demasiado trágicos, los accidentes de tráfico cercenan vidas que estaban siendo vividas a tope.
Ha sido sobrecogedor dar sepultura a este chico, bastante conocido por mí. Noté que los brazos no eran los míos cuando con la soga bajábamos el ataúd, estaban flojos, sin fuerza. Con la pala me pasó otra cosa parecida, iba completamente descompensado con mi compañero Sergio, hasta más de una palada no entró dentro del hoyo.
Al llegar a casa aún oía interiormente los llantos y gemidos de tanta gente joven, que no estaban en edad de entender algo de lo que les estaba tocando vivir.
Los otros dos entierros, fueron tranquilos, personas ya muy mayores, a los que el tiempo se le acabó, después de exprimirlo a tope.

Día 15 de noviembre

Aún resonaba el eco de los llantos del día anterior cuando abrí esta mañana el cementerio. No tenía entierro, el día prometía tranquilo. La noche había sido ventosa y gran parte de las flores que aún quedaban de Los Santos, se convirtieron en juego del viento, llenando los pasillos de plásticos y jarrones rotos. No puedo ver mi cementerio hecho un adefesio, así que todo el día me dediqué a la limpieza.
Como recientemente habían tenido tantas visitas los muertos, el resto de noviembre es un mes tranquilo a esos niveles.

Día 16 de noviembre

Me conozco todas las sepulturas, los difuntos que reciben visitas y los que no. Esta es mi segunda casa. Me gusta cuando comienzo y termino mi jornada, dar una vuelta por todo el cementerio, para ver que todo está en orden.
Hoy me lié demasiado con arreglar la sepultura de mi abuelo, salía ya tarde sin dar la vuelta de costumbre. Me pareció oír una voz. A veces me suele pasar, oigo ruidos parecidos a voces o gemidos, pero enseguida razono, descartando cualquier pensamiento. Pero este día era distinto, me di media vuelta para comprobar de dónde venían los sonidos. Para mi sorpresa, una mujer se había caído dentro de una tumba al pisar sobre las rasillas y se precipitó, sin poder salir luego. Estaba con ataque de ansiedad, por lo que primero tuve que tranquilizarla y después, no sin dificultad sacarla del hoyo.
Por primera vez realizaba a la inversa el trabajo, además con un vivo.

Día 17 de noviembre
Amaneció el día lluvioso. Teníamos entierro. Había que abrir la puerta de un nicho. Tal como estaba el día era una suerte, pero para mí profesionalmente no lo era. Soy enterrador y prefiero dar sepultura en el suelo, me gusta observar el tipo de terreno donde reposará el ataúd, si al excavar aparecen distintos tipos de vetas, si hay un bodonal, si brota agua,…y pensar cómo se integrará lentamente el difunto en el terreno.
Un nicho me parece más artificial, como la vida enlatada, aún más frío dentro de la gran frialdad de esta situación. Como suele pasar a menudo, tuvimos dificultades para introducir el ataúd, aprovechan al máximo el espacio y pasa lo que pasa. En vez de de bajar, hay que subir, guardando un difícil equilibrio. Los acompañantes también están un poco desubicados, como más alejados de la escena. Para rematar, el tapiado con ladrillos y yeso, tampoco ayuda mucho.
Desde que están avanzando y ganando terreno los nichos, he pensado que terminan con nuestra profesión, pronto vendrá una grúa. El siguiente paso, las incineraciones masivas, terminarán con los cementerios.

Día 18 de noviembre

Cuando llegué esta mañana, ya me estaban esperando a la puerta una pareja de ancianos. No pudieron venir por Los Santos y tenían una espina clavada por no haber limpiado la sepultura de su hija y haberle hecho una visita.
Es una de los momentos que más agradeces ser enterrador, cualquier detalle que tienes con ellos te lo agradecen con creces. Tenían dificultad para moverse, les llevé hasta la sepultura, le llevé agua y le ayudé a limpiar. Habían venido de otro pueblo, se quedaron ya tranquilos.
Me dieron el teléfono, pidiéndome el favor de avisarles si ocurría algo especial. ¡Qué manía de atribuirle a los muertos las cualidades de los vivos!

Día 19 de noviembre
El sábado es el día que más visitas reciben los difuntos. Da gusto ver el cementerio con tanto ambiente, especialmente ahora que apenas hay escenas de gritos y llantos agarrados a la sepultura. Hoy tan solo unos gitanos, que para eso son unos artistas, lloran y gritan al compás del que pasa al lado de ellos, parándose en seco cuando se alejan.
Sigo luchando con los tordos que intentan dormir en los cipreses, manchando las sepulturas.
Termino la semana sin entierro, no me asustan los muertos, me duele el sufrimiento de los vivos, por lo que siempre agradezco irme de fin de semana con buen cuerpo, ahora que podemos disfrutarlos, pues antes estábamos como la funeraria, siempre de guardia.

Antonio Castaño

Diario de un Franciscano
Lunes 14 de noviembre
“Mi miedo no es morir, me siento preparado para el viaje”. Estas fueron sus últimas palabras.
Sigo sintiendo dolor en cada ausencia.
Tenía que haberme acostumbrado a vivir con esta compañía que, al igual que este hábito de fraile, me viste y me desnuda el cuerpo medianamente joven.
La diabetes me ha vuelto a dar su toque de atención. Una de mis preguntas sigue siendo hoy la misma: ¿Mis manos son sus alas de despegue y despido de lo que aquí les ata?
Cacofonías continuas en su boca y esa mirada opaca ya en los ojos de Lucila me persiguen al meterme en la cama.
Ayer nos dejó para siempre José. Todos le lloraremos mucho tiempo.
La desmemoria galopante de Eusebia ha oscurecido la luz de su belleza. Su hijo, después de acariciarle el pelo, se escondió en un rincón y sollozó en silencio.
Hoy la misa de 12 me costó más que nunca.
No sé si consigo llenar de paz el viejo corazón de todos mis ancianos.
Ser Franciscano en los días que corren me ayuda a resolver mis propias dudas. Esta gente mayor es quien me enseña.
En las calles del pueblo la lluvia intensa, jarreante, también llora la muerte de José.

Martes 15 de noviembre.
A las 8 de la mañana ya estaba en la Complutense. Tengo que hacer un trabajo para mi optativa: “Métodos y Tendencias Historiográficas”. No sé de dónde voy a sacar horas de estudio pero…Terminaré mi carrera de Historia.
A mi regreso de Madrid he parado en el súper y he dejado hecha la compra de la semana para mis ancianos de la Residencia de San Miguel. Ya son tres los que tienen comida parenteral y me preocupa especialmente el grado de deterioro de Martín.
Los siete pueblos que tengo a mi cargo como oficiante llenan toda mi vida de fe dedicada a los demás. Después de servir la comida a los válidos, he logrado saber lo que tanto le inquieta a Remedios. Mi charla y ese apretón de manos le han sosegado un poco.
Estos pueblos pequeños de Castilla, decrépitos y casi deshabitados en invierno, me entristecen enormemente.
Renuevo cada día mi ilusión y mis ganas de aprender de sus gentes y sus vidas.
Intento mantenerles la Esperanza y la Fe en que Todo es posible si uno quiere.
Yo, pese a todo, sigo queriendo.
Amo a los demás como a mí me gustaría que ellos me amaran.
El día ha sido agotador.

Miércoles 16 de noviembre.
Los dos funerales, inesperados, de hoy y una nueva hiperglucemia me han dejado rendido.
Mi tremendo cansancio no me deja escribir.
¡Ayúdame, Dios mío!

Jueves 17 de noviembre.
Ha sido un día gris, muy gris, pero llegó a salir el sol.
Otra vez el dolor, el quebranto, la tristeza de todo aquel que pierde a quien le dio la vida.
La iglesia estaba a rebosar de llantos y de fieles apretados en los bancos.
De otros pueblos limítrofes han venido al sepelio de Regi, muy querida por todos.
Ha oficiado la Misa el Vicario. Hermosas palabras regaló a sus hijos: “Regi os ha dejado en herencia el AMOR”.
Yo… Creo que nunca mueres, sólo te trasladas.
Una vez más trato de convencerles de que la vida es un proceso colmado de ausencias. Llenar esos vacíos sólo depende de nosotros mismos.
¡Señor, mantén mi Fe!

Domingo 20 de noviembre.
Otra vez una tremenda subida de mis niveles de azúcar me han llevado de nuevo al hospital.
Han sido dos días duros, difíciles y eternos. En esta ocasión sólo perdí la vista durante media hora. Los diecisiete kilos que adelgacé la vez anterior me han ayudado.
Miguel y Elvira se han abrazado a mí al bajarme del coche.
Dejé en el hospital muchas preguntas. Ahora, aquí, encuentro las respuestas.
Hoy he comprado la sonrisa de Andrés con un caramelo.
Son estos “grandes niños”, que tanto me regalan, los que más me preocupan.
Vivo envuelto entre cera, babas, incienso, arrugas y años.
Aún sigo preguntándome, cada día, si he dado todo lo suficiente.

Sonsoles Palacios V.

Diario en la ventanaEscrito a partir de esta noticia

Lunes 7 de noviembre de 2016.
Cada día se hace más pronto de noche. Las horas oscuras aletargan mi ánimo, supongo que esto no me hace diferente al resto de la gente.
Lo bueno es que el otoño trae a Blanca. Hará escala aquí de camino a casa de su marido, pasará en España todo el mes. Comeremos juntas y le daré la bufanda nueva que le estoy tejiendo. Eso si la oscuridad de estos días me deja terminar las pocas vueltas que me quedan.
Siempre pide una bufanda. Creo que es porque en Boston hace mucho más frio que aquí.

Martes 8 de noviembre de 2016.
Pasé la mañana en la iglesia de los Padres Franciscanos. Han puesto radiadores al lado de los bancos laterales, cerca de los confesionarios.
¡Si me viera Vidal pisar la iglesia! Hija de maestra republicana que escapó del bautismo y la comunión gracias a tantas mudanzas huyendo de miedos.
Lo veo reírse en mi imaginación, pensando a la vez en lo inteligente que soy por buscar recursos a esta humedad y este frío de orientación norte.

Miércoles 9 de noviembre de 2016.
Ya no veo bien junto a la ventana. Hoy la misma rutina, dos misas seguidas.

Jueves 10 de noviembre de 2016.
Blanca llamó. Solo quedan quince días. Insiste en que me vaya con ella al pueblo a pasas estos días. No creo en las fiestas, ni que exista un niño que nació para salvar el mundo, a la vista está. No quiero ser una carga para mi sobrina. No quiero estar sola.

Viernes 11 de noviembre de 2016.
Hoy salió el sol y aproveché para terminar la bufanda. Es de un bonito color verde, como el de los prados con las primeras lluvias de otoño en las dehesas de mi Castilla.
Hace tiempo que la ciudad me ha comido y solo ocupo un hueco en sus espacios. Ojalá pudiera volver a mi pueblo. La lumbre siempre abraza y los pocos vecinos regalan palabras, huevos y repollos.

Sábado 12 de noviembre de 2016.
Compré velas, cada vez llevo peor las noches tempranas. Incluso echo de menos la televisión. Esos programas en los que la gente canta y quiere triunfar, es bonito creer en los sueños aunque sean cortos.

Domingo 13 de noviembre de 2016.
No tuve tiempo de escribir antes de bajar las persianas. Mi diario tendrá que esperar hasta mañana, mis ojos no se acomodan a la luz de la vela. Creo que la dejaré encendida. Hoy me siento realmente sola.

Sara Diego