Comenzamos nuestro repertorio de textos en Garcilaso y acabamos con la Microlocas y su magnífico libro "Pelos". Para los que no os vimos el pelo aquí tenéis un extracto del libro. Disfrutadlo.
¿Que quién más nos acompañó el lunes en el salón de belleza? Pues Lope de Vega, Miguel Hernández y Pablo Neruda. Y Aurora Guerra, poeta y dermatóloga, de la que comentamos con pelos y señales su artículo "La alopecia en la literatura".
Y cómo no, hablamos de la película de Patrice Leconte "El marido de la peluquera". Yo mismo me confesé alma gemela de Antoine aunque conmigo no viva ninguna peluquera.
Incluímos en la ficha de trabajo el soneto XXIII de Garcilaso. En él hay un endecasílabo digno de un buen spot publicitario. Así lo afirma Juan Antonio González Iglesias en su artículo "Salicio vive en el tercero izquierda": "«El cabello... / que el viento mueve, esparce y desordena». Breve y bello como un anuncio de champú, este endecasílabo nos trae muchas cosas. Es el carpe diem de Horacio y el collige, virgo, rosas de Ausonio transmutados en soneto perfecto (En tanto que de rosa y azucena). Es la iconografía de la mujer renacentista, emblema de humanidad, tan visible como en la Venus de Botticelli (contemporáneo de nuestro poeta). Superando a la pintura, la cámara poética saca tres instantáneas del cabello que amamos (mueve / esparce / desordena) y las pone en acción. Y atentos: en una gradación ascendente, el desorden es lo más valorado. Que estemos hablando de estética (y hasta de cabello) no le quita ninguna importancia, más bien al contrario (en el fondo estamos hablando de moral). El desorden es bello como la arruga es bella. ¿Cultura visual? Intensidad de spot, fuerza de corto, eso hay que pedirle al soneto."
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, ante que el tiempo aireado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudara la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre
Miguel Hernández nos ofreció el texto en el que se refiere al caracolillo que tenía en el pelo Josefina Manresa:
Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio;
ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo.
¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo,
dando del viento claro un negro indicio,
enmienda de marfil y de artificio
ser de tu capilar borrasca anhelo.
No tienes más quehacer que ser hermosa,
ni tengo más festejo que mirarte,
alrededor girando de tu esfera.
Satélite de ti, no hago otra cosa,
si no es una labor de recordarte.
-¡Date presa de amor, mi carcelera!
Y por último, Pablo Neruda nos confesó en secreto que le hubiera gustado ser nuestro peluquero, bueno, de una mujer, en realidad:
ME FALTA tiempo para celebrar tus cabellos.
Uno por uno debo contarlos y alabarlos:
otros amantes quieren vivir con ciertos ojos,
yo sólo quiero ser tu peluquero.
En Italia te bautizaron Medusa
por la encrespada y alta luz de tu cabellera.
Yo te llamo chascona mía y enmarañada:
mi corazón conoce las puertas de tu pelo.
Cuando tú te extravíes en tus propios cabellos,
no me olvides, acuérdate que te amo,
no me dejes perdido ir sin tu cabellera
por el mundo sombrío de todos los caminos
que sólo tiene sombra, transitorios dolores,
hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.
Pasamos al secador y nos llevamos de lectura algunos microrrelatos de "Pelos" y el inicio de la película El marido de la peluquera:
Consulté con la almohada y me casé con el hombre adecuado. Dejé que escogiera mis amigos, el nombre de mi hija, mi amante. Seguí sus consejos hasta que anoche, cuando le pregunté de qué color teñirme el pelo, me dijo “blanco”. Soy joven, y más que un tinte, necesito otra almohada. En mi cabeza brota una cana.
"Consejos". Teresa Serván
La barca de Carlos Frontera
Tu barba se cree ingobernable. La simple cercanía de mi mano la violenta. Dentro, algo se mueve. Los pelos se tornan púas e intentan herirme cuando, amablemente, acerco la cuchilla. Ya es tarde. Ahora, sobre tu barba, gobierno yo.
"La barca de Carlos Frontera". Isabel Wagemann
Recogido para la horca, pelucón para la guillotina, desfilado para la cruz. Para la hoguera, cardado; para el gas, volumen; permanente en la electrocución. Si te lapidan, algo sin complicaciones; si te fusilan, flequillo con movimiento. Recuerda: inmersión con efecto mojado. Recuerda: veneno con mechas de color azul. Si asfixia, trenzas; si desmembramiento, corte asimétrico. Si vienes tú, descabellada.
"Peinados para la muerte". Isabel González
“Cabellos de fuego líquido, melena carmesí, bucles rojos como las brasas de tu m irada, mataría por acariciar tu melena, sirena del Averno, diosa vikinga, ojalá pueda morir aspirando el dulce perfume de tu pelo ardiente”. El estudiante rebelde estruja el papel que ha estado escribiendo, hace una pelota y lo lanza a la cabeza de la pelirroja de la primera fila gritando “¡Empollona zanahoria!” y sintiendo un profundo e inconfesable agujero de tristeza en el estómago.
"Adolescencia". Eva Díaz Riobello
Propuesta de escritura
Gloria Trevi debía de tener alguna fijación (que no fijador) con el pelo. ¿Recuerdan las canciones “A mí me gusta andar de pelo suelto” y “Me solté el cabello”?
No le gustaban un pelo la cola de caballo ni las trenzas, está claro.
A ti no te va a quedar más remedio que cogerle gusto al pelo pues te proponemos escribir un texto a partir de las expresiones:
- Por los pelos
- Así nos luce el pelo
- De medio pelo
- Pelillos a la mar
- Echar una cana al aire
- Hasta los pelos
- Pelos de bruja
- A pelo
- Ni un pelo de tonto
- No tener pelos en la lengua
- No verle el pelo
- Pelos de punta
- Soltarse el pelo
- Tomar el pelo
- Donde hay pelo hay alegría
Y aquí tenemos algunos textos recibidos:
Pelillos a la mar
Durante mi infancia, con el fin de poder asistir a la escuela, mi tutela estuvo compartida con mis abuelos de lunes a sábado. Convivía con ellos en una casa centenaria, casi como ellos. En el viejo retrete, ganado a la larga galería, siempre había pelos. Estos estaban enredados en una peina, extraño peine convexo, con el que ella se estiraba su larga cabellera antes de hacerse su perfecto moño y él intentando tapar como podía su extensa calva.
Por hache o por be, siempre los dientes de la peina tenían enredados cabellos de los abuelos, quizás fuera el método de reconciliación que habían establecido para solventar las triviales disputas del día a día, después de tantos años de convivencia.
Largo viaje le esperaba a esos pelos enredados, que a través de las alcantarillas terminarían alcanzando el mar, ya que entonces no existían las depuradoras. Es curioso, que ellos que nunca fueron al mar, sí lo hicieron sus pelillos trenzados, dispuestos a vivir aventuras que ellos seguro más de una vez soñaron. Me imagino esos pelos canosos, formando la cabellera para disfrazarse algún que otro delfín juguetón.
Pelillos a la mar de mis abuelos, resistirán muchos años las embestidas del oleaje, viajando sin rumbo, no en balde crecieron en cabezas bien amuebladas.
Antonio Castaño
Por los pelos
Urs, Fue Reina Bizantina, allá en las estepas habitadas por tribus barbaras.
Urs, tenia la melena más larga y frondosa, que ningún otro de los merovingios, y más rubio, que todas las princesas rubias. Su cabello, leonado (salvaje ) lanzaba destellos de oro, revoloteando al viento
A la muerte del rey, el pueblo proclamaba al trono (que en aquellos tiempos no se heredaba) a la persona que por la cantidad de pelo que luciese su cabellera y ella salio vencedora. Porque otorgaban a esto gran importancia que sin él, perdían su poder . Denotaba : fuerza, valentía y conexión con la luz estelar del sol, luna y estrellas con lo cual se imbuía con el hálito Divino.
M. Carmen Alonso Huerta
Desmelenada
Aquella mañana, al mirarse al espejo, exclamó: ¡Estoy hasta los pelos! Decidida a desmelenarse destrenzó su cabello color cereza. Siempre fue una mujer sin un pelo de tonta pero ahora, con su mediana edad, comenzaba a tener cansada la cordura. Teñida la melena de un azul luminoso, cambió la calva marital por los castaños rizos de su joven amante.
Llegaba por los pelos a sus citas furtivas con los engominados y los bucles.
A Manuel no volvió a verle el pelo.
Ahora ella peina canas pero sigue encontrando un rizo en cada almohada.
Sonsoles Palacios V.
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