miércoles, 11 de noviembre de 2015

Y si después de tantas palabras

La segunda sesión del taller corrió a cargo de Vicente Martín, alumno aventajado del Taller de Escritura de la Casa de las Conchas. El fue el encargado de animar la sesión. El título tiene que ver con un poema de César Vallejo que dice:

¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos! […]



Para abrir boca y ganarse al auditorio recitó el poema "No te detengas" de Walt Whitman.
A continuación Vicente presentó y leyó el libro La gran fábrica de las palabras, un texto poético de Agnès de Lestrade, ilustrado por Valeria Docampo. Una certera reflexión sobre el uso y desuso de las palabras:




Pero además de este libro Vicente se llevó bajo el brazo otro álbum ilustrado titulado Palabras de Jesús Marchamalo e ilustrado por Mo Gutiérrez.

En la ficha que entregó a los participantes del taller figuraban otra serie de textos relacionados con las palabras, uno de ellos de Juan José Millás titulado, cómo no, "Palabras":

Si al abrir la boca, en lugar de palabras, nos salieran libélulas, estudiaríamos entomología para conocernos mejor. Pero las palabras son también formas biológicas perfectamente articuladas que segregan ideas como las serpientes veneno o las abejas miel. El entomólogo de las palabras es el lexicógrafo, al que no es raro ver en las esquinas armado de una red con la que atrapa voces que luego ordena, al modo de una colección de insectos, en el interior de un volumen. La diferencia entre el diccionario y las cajas de escarabajos atravesados por un alfiler es que en un buen diccionario de uso las palabras se mantienen vivas. Las hay con cabeza, tórax y abdomen, o con caparazón, artejos, aguijones y labros. Muchas poseen unas formaciones oscuras que al levantarse con el misterio de las faldas dejan ver esa suerte de lencería fina, los élitros, con los que vuelan alrededor de los labios de las mujeres y los hombres antes de diluirse en el aire como el hielo en agua.
Hay palabras que dicen lo contrario de lo que significan y palabras que aun no significando nada consiguen atravesar la barrera de los dientes y aletear como un pájaro ciego durante unos instantes ante nuestros oídos. Algunas viven siglos y otras desaparecen a las 24 horas de ser alumbradas. Muchas sólo nacen para fecundar el lenguaje, por el que son devoradas una vez cumplida su función reproductora. A ciertas voces, después de haber sido encerradas dentro de una definición, se les escapa el significado, como el jugo de una fruta abierta, y cuando vuelves a usarlas no tienen sentido o han adquirido uno nuevo y sorprendente.
Un diccionario, pues, viene a ser un terrario en el que en lugar de ver salamandras o ranas o tritones vemos la palabra “salamandra”, la palabra “rana”, la palabra “tritón”, incluso la palabra “palabra”, mostrándonos sus hábitos significativos o formales, sus articulaciones, su extracción social, sus intereses. Aguilar acaba de publicar el de Manuel Seco, que constituye hoy por hoy el mejor zoológico de términos vivos conocido. Al recorrerlo, uno se da cuenta de que estamos hechos de palabras, como la Biblia o el Quijote, a cuyo lado debería de haber siempre un diccionario.


Como tarea de escritura propusimos escribir un texto empleando alguna de estas expresiones:

1. Pedir la palabra
2. Dejar a alguien con la palabra en la boca.
3. Ni media palabra.
4. Tomar la palabra.
5. No tener más que palabras.

Estos son algunos de los trabajos enviados:


En medio del aquel grupo, los dos se miraron sin mediar palabra. Sabían que era la última vez que estarían juntos y, ni siquiera podían escaparse para darse el último beso. Tenían tanto que decirse, que no dejaban de mirarse, y, solo ellos, oían aquellas palabras mudas. Mientras todos sonreían y se despedían con deseos de volverse a encontrar pronto y nunca perder el contacto, ellos supieron que jamás volverían a verse y que cada noche guardarían en silencio aquellos besos y tantas palabras…

Rosalía González


Ni media palabra...

“Me gustaría pedir la palabra para aquellos a quienes no dejan articular ni media palabra.
Si alguna vez pudieran hablar, tal vez podrían dejar con la palabra en la boca a los que, teniendo por costumbre tomar la palabra, no tienen más que palabras.”

Ni media palabra
sale de mi boca
cuando mis ojos contemplan
lo que a mi alma toca.

Ni media palabra
si paso y te miro
pues con la mirada
todo nos decimos.

Ni media palabra
allá en la montaña
mientras miro yo
el valle y el agua.

Ni media palabra
si me asomo al río
y refleja tu rostro
muy cerca del mío.

Ni media palabra
frente al ancho mar
absorta en sus olas
y en su inmensidad.

Ni media palabra
si me veo en tus pupilas
y me siento más buena
porque tú me miras.

Ni media palabra
cuando sigo el vuelo
de aquella ave libre
que se eleva al cielo.

Ni media palabra
si tomas mi mano
y alzando los ojos
juntos la miramos.

Ni media palabra
mirando las flores
que inundan los campos
de lindos colores.

Ni media palabra…
pues las mariposas
emprenden su vuelo
y al salir me ahogan.

Ni media palabra
ni triste, ni alegre
cuando oigo la música
que a mi ser trasciende.

Ni media palabra
si escucho tu voz
susurrando en mi oído
palabras de amor.

Ni media palabra
ante ese poema
que con bellas palabras
tan lejos me lleva.

Ni media palabra
asiste a mi razón
cuando tú te acercas
a mi corazón…

Pinta en bastos


Te recuerdo. Cuando esto ocurre fluyen las palabras cómo agua que se escapa entre las grietas de un glaciar.
Siento en mi boca el ahogo que produciría el coágulo gelatinoso y tibio de un vómito sanguinolento, tal es la sensación que me transmite tu recuerdo.
Me impresionó tu humanidad de hombre del Renacimiento. Nos pedíamos la palabra: Tú me hablabas de Hassan i Sabbah, yo te contaba cuánto disfruté leyendo a Balzac en mis años de adolescencia tardía. Cómo me gustaba cuando contabas tu historia de nieto de emigrante republicano irlandés, voluntario en la guerra civil de España, de las idas y venidas de tu familia de un país a otro, de cómo te enrolaste en un carguero y del accidente tan grave que tuviste en el, tanto que tuvieron que operarte para extraer un trozo de metal que se incrustó en el abdomen.
A partir de aquí ni media palabra. Desapareciste.
Te busco en cada una de ellas y aparece nítido tu recuerdo, de nuevo esa sensación de ahogo que me estremece de miedo. Miedo a no tener más que palabras.

Mariana Galán

3 comentarios:

  1. Raul y Vicente, gracias por vuestra ayuda.
    Rosalía, ¿Quién me iba a decir que aquel bulto, tan deseado, en el abdomen de mi compañera Carmen con el paso de unos cuantos años, sería mi compañera de palabras escritas. ¡Qué cosas! Adelante, sigue escribiendo porque lo haces bien.
    Mercedes, ya veo que transitamos por la misma autovía: Cuando no es filosofía, son versos. Me gusta tu poema, sobre todo estos versos: Ni media palabra/ pues las mariposas/ emprenden su vuelo/ y al salir me ahogan...

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  2. Triste historia la que narras Rosalía. Mas siempre queda el recuerdo... Me ha gustado.

    Mariana, me ha gustado tu relato aunque has sido demasiado gráfica al describir lo del ahogo. Me quedo con el revoloteo mariposil. Jaja... Gracias por tu relato y me alegra que te haya gustado lo que he escrito.

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  3. Gracias Mariana por tus palabras. ¡Qué casualidades tiene la vida!

    Mercedes, muy bonitos tus versos.

    Espero poder seguir disfrutando y aprendiendo de vuestros escritos.

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